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Un voto importante para la democracia

      Por Diego León Caicedo Muñoz

       “No es suficiente solo querer un cambio… Debes ir y hacer el cambio a través del voto”, Taylor Swift.

 

       Este domingo 13 de marzo se llevarán a cabo las elecciones más importantes para la democracia colombiana, se elegirán a los representantes del pueblo en el Congreso de la República. 108 senadores y 172 representantes a la cámara, incluidos las circunscripciones especiales, para un total de 280 parlamentarios.

       El artículo 113 de la Constitución Política establece que hay tres ramas del poder público, la legislativa, la ejecutiva y la judicial. Igualmente existen otros órganos autónomos e independientes para el cumplimiento de las demás funciones. A pesar de su independencia, colaboran armónicamente para la realización de sus fines.

      El principio de separación de poderes por si sólo no representa hoy en día la solidez de una democracia. Es imprescindible el acompañamiento del equilibrio de poderes y de un sistema de pesos y contrapesos, para evitar la centralización del poder y, por ende, la conformación de una dictadura democrática. En mi escrito anterior acuñe la forma de llegar a una autocracia a través de la democracia.

      Como en Colombia tenemos un régimen presidencial, en dónde el Presidente de la República goza de facultades contundentes como jefe de Estado, jefe de gobierno y suprema autoridad administrativa, con el consabido manejo de la hacienda pública y la seguridad de la nación, se hace imperativo hoy más que nunca, mantener el citado sistema de frenos y contrapesos. Es la mejor forma de contener los impulsos autoritarios de los ocupantes de la casa de Nariño.

      Estas prerrogativas presidenciales dan pie para que muchos gobernantes quieran aferrarse al poder, cambiando la constitución y concentrando en sus manos los restantes órganos del Estado. Obviamente, la reforma constitucional no la puede hacer el presidente a mutuo propio, requiere de la anuencia del Congreso de la República.

      En nuestro país hay dos formas de colocar a trabajar el legislativo a favor del gobierno, una es cuando en las elecciones al congreso, el pueblo elige a los congresistas en un porcentaje superior al 50% con ideas afines al gobernante de turno. La segunda, cuando el presidente en uso de la potestad del manejo del erario, voltea a los congresistas con puestos, contratos y mermelada, para sacar adelante sus proyectos particulares.

      El Congreso de la República es un cuerpo colegiado de carácter pluralista y electivo, por este motivo, la Constitución Política le ha otorgado la función primordial de hacer la ley y ejercer control político sobre el gobierno y la administración, (art. 114, C.P.). De la misma manera, cumple otras funciones como las de ejercer el poder constituyente derivado, elegir o proveer altos cargos del Estado y otras más.

      Como constituyente secundario, el Congreso de la República puede reformar la constitución, y un legislativo comprado por un presidente autoritario con ganas de reelegirse indefinidamente, se erige en el mayor riesgo para una democracia. Ya vivimos esta experiencia y no podemos estar condenados a repetirla, porque quienes se benefician al final del día, son el autócrata y sus áulicos congresistas.

       De esta manera, inferimos que el poder del Congreso es preeminente sobre los demás y fundamental para el desarrollo del país. En consecuencia, los colombianos no podemos botar el voto el próximo domingo. Debemos elegir congresistas con proyectos sociales serios y aterrizados, no hay que echar a todos en el mismo saco de los corruptos, hay candidatos nuevos que no hacen parte de las maquinarias, y tienen buenas intenciones. No serán muchos, pero definitivamente cuentan.

       Sino encontramos a las personas apropiadas a elegir, porque seguro va ser muy difícil, tenemos el voto en blanco, herramienta fundamental para castigar la corruptela. No debemos olvidar que, en caso de elecciones plurinominales, las votaciones deben repetirse. No se podrán presentar aquellas listas que no superaron el umbral en la primera elección.  

       Mi invitación es a ejercer el sufragio libre de cualquier presión clientelista. Cincuenta mil pesos me solucionan el problema de un día, un puesto de trabajo me soluciona el problema de unos meses, quizás un par de años, pero elegir políticos con vocación de servicio social, nos proporcionará por siempre una mejor calidad de vida para todos. Cuando cambiemos el pensamiento particular por el comunitario, empezaremos a romper el círculo vicioso.

       Todo aquel que haya perdido la fe en la posibilidad de un cambio político, probablemente pensará que votar no vale la pena; todo aquel que deje de votar probablemente pensará que el sistema lo ignora porque su punto de vista político no cuenta, (David Runciman, así termina la democracia). Craso error, porque esta indiferencia colectiva evidenciada en las pasadas elecciones con un abstencionismo del 47%, es aprovechada por los politiqueros de siempre para imponer sus maquinarias putrefactas en beneficio personal.

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