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¿Cuál es el mejor sistema político y económico para nuestra sociedad?

         Por Diego León Caicedo Muñoz

      “No existe una ideología política, ni un sistema económico efectivo que se pueda ajustar a una clase política corrupta, cualquier teoría por perfecta que sea, sucumbe al canibalismo de la corrupción”, Dilecamu.

     La política tiene por finalidad lograr el bien común con un contenido altamente ético. Junto a este bien común, la política es afín a los ideales que se extraen de la realidad social para enfocarlos en el futuro. Ideales que tienen por objeto reforzar la supremacía constitucional, en especial la protección y garantía de los derechos humanos, que representan la expresión social de la dignidad humana en los sistemas democráticos y contribuyen a sostener una convivencia con calidad de vida. En la actualidad, la ética en el mundo político moderno está relacionada con el análisis de la corrupción.

     Desde hace varios siglos las sociedades han experimentado diferentes ideologías políticas y económicas para garantizar la mejor forma de vida de sus asociados. Las revoluciones liberales eliminaron las dictaduras monárquicas y crearon los estados democráticos, basados en la división tripartita del poder, el respeto por los derechos de las personas y la capacidad que tiene el pueblo de elegir a sus representantes.

      Surgen dos corrientes ideológicas en materia económica, el capitalismo y el comunismo. La primera basada en la propiedad privada de los medios de producción, la segunda, por el contrario, elimina la propiedad privada y los medios de producción se concentran en manos del Estado. Este último experimento fue un fracaso total, y, aun así, algunos países se resisten a dejar el vetusto sistema. Con todos sus defectos y problemas, la mejor ideología como sistema de gobierno, ha sido y es, la democracia.

      Parafraseando a Antonio Gramsci, cuando dijo: “lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer”, se ha perdido la dimensión ideológica de la realidad social y queremos volcarnos a opciones anacrónicas y fallidas del pasado. Las sociedades no han podido salir del extremismo político y económico, y es por ello, que el capitalismo a ultranza y el estatismo radical, moderadores de la extrema izquierda y la extrema derecha, terminan sustituyendo la democracia por el autoritarismo en un extremo u otro. Algo muy parecido a la teoría de la herradura política de Jean-Pierre Faye.

      La apología al odio impulsada por los puntos de vista radicales y los planteamientos excluyentes de los políticos, vuelven intolerantes a las personas y, por ende, destruyen la seguridad ciudadana, base de la convivencia pacífica. El resultado de las posiciones extremas es el mantenimiento del status quo de la pobreza y la violencia, que siguen siendo persistentemente altas en nuestro país.

      Dentro de las experiencias políticas y económicas de las sociedades y sus Estados, también se han implementado teorías intermedias como el socialismo mesurado y los Estados benefactores con cierto grado de modulación. Cuando el neoliberalismo es moderado y regulado por los Estados, sus ventajas son sorprendentes en cuanto al libre mercado y la sana competencia. Por el contrario, cuando este se desborda, sus desventajas se ven reflejadas en el monopolio de la oferta de servicios y de precios sin control, sujetos a las leyes del mercado en manos de unos pocos

       El principal enemigo de cualquier ideología o modelo económico es la corrupción. Esta deteriora la democracia y los niveles de vida de los ciudadanos. Cuando no existe una cultura de lo común, caemos en el individualismo destructivo, y utilizamos el sistema para beneficio propio. Antes que cualquier ideología se requiere con urgencia construir una cultura del servicio público, que permita separar las instituciones democráticas de los intereses partidistas. Para esto se necesita recuperar la percepción de lo colectivo, con la reconstrucción de pensamiento comunitario.

      No existe una fórmula mágica para desarrollar modelos políticos y económicos que garanticen eliminar la pobreza y mejorar las condiciones de vida, mucho menos, como la de colocar al Banco de la República a producir billetes por doquier para superar la estrechez económica, sugerencia irresponsable y pueril de Gustavo Petro.

      Uno de los mayores inconvenientes en un mundo globalizado es la imposición de teorías foráneas, en donde los grandes beneficiados resultan siendo las potencias y sus organismos asociados, en detrimento de la pobreza y desigualdad de los países con menores ingresos.

      Nuestra sociedad debe abogar por una actitud política centrada, alejada del radicalismo, con una postura mixta que conjugue la intervención estatal en la economía con las leyes del mercado, pero sobre todo que se ajuste a la realidad social. Si seguimos en esa especie de darwinismo social, en donde impera la ley del más fuerte, con el todo vale para alcanzar el poder, aunado a una cultura de ilegalidad e impunidad, no habrá ideología política o económica que sirva. 

 

 

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