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¿Cuál Cambio?

      Por Diego León Caicedo Muñoz

      “Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo…. del miedo al cambio”. Octavio Paz.

     Se dice que la política es una actividad cultural compleja, porque enfrenta todos los conflictos de intereses que surgen dentro del contexto de las relaciones interpersonales. Por esta razón, no es una disciplina terminada, sino en desarrollo y evoluciona permanente de acuerdo con la problemática social.

     De la anterior acepción se deriva la muy conocida, y hoy en día, muy descalificada expresión, “la política es dinámica”, porque en realidad, la transformación política lo que busca es el mejoramiento de las condiciones de vida de una sociedad.

Contrario a la teoría, los cambios de la estructura política no son para mejorar los problemas sociales, sino para que los políticos se mantengan y disfruten el almíbar del poder y su consecuente lucro.

      Lo que ocurre cada cuatro años para elegir cuerpos colegiados y cargos unipersonales, se parece mucho a un comercial de radio que tiene un afamado circo mexicano en Colombia, y que dice: “última semana, no se lo pueden perder y después no diga que no le avisamos”, lo curioso es que el circo nunca se va, la publicidad sigue y los payasos continúan, así no sean los mismos.

       El espectáculo ya comenzó oficialmente, con excepción del comediante Gustavo Petro, quien lleva haciendo campaña hace tres años. La función amerita un buen libreto y una trama convincente, el mejor tema: “acabar con la corrupción y cambiar el vetusto sistema clientelista. Candidato que no lo haga estará destinado al ostracismo. El colmo del cinismo, vamos a acabar con la corrupción, ¿cómo? Utilizando la misma corrupción.

      Los dramaturgos y actores, perdón, políticos, tienen que tener unas características que los hacen fuertes en la tarima: la demagogia, con utilización de discursos melifluos, populistas y que nunca se cumplirán, buen dominio de la palabra y capacidad de convencimiento. Lo peor de todo, es que los asistentes a la obra se comen el cuento.

       Lo irónico es que el candidato de extrema izquierda habla de generar un cambio y pregona a todas luces hacer una catarsis, prometiendo ríos de leche y miel para acabar con la corrupción, la pobreza y con el clientelismo en el país. Los argumentos de sus propuestas son tan insulsos que llevarían a cualquier nación a una anarquía peor que la reinante.

      Es una verdad de Perogrullo, que el verdadero cambio que se avecina si lo eligen, es transformar la democracia en una dictadura comunista, por su puesto, como todos los personajes de mente autoritaria lo niega. Lo insólito, es que para acceder al poder utiliza los mismos artilugios de los politiqueros tradicionales que él tanto crítica. Es tanto el descaro, que siendo ateo y como sabe que la mayoría de colombianos son católicos, acudió a visitar al papa para acceder a estos voticos.

      Podremos llamar cambio, el haber aceptado en sus filas a nefastos arribistas que han abusado del poder en beneficio propio, como Armando Benedetti, Roy Barreras, y Luis Pérez, como para no mencionar otros tantos, que han pasado por todos los partidos políticos y gobiernos de turno, y que manejan aceitadas maquinarias políticas. Y que decir, de la que ayer era enemiga y hoy la nueva mejor amiga, la señora Piedad Córdoba, razonera del dictador Maduro. En otras palabras, encendiendo una vela a Dios y otra al diablo.

     El resto de candidatos compiten en la misma función sin ningún atisbo de vergüenza, utilizando las reconocidas herramientas que les ofrece la democracia de estómago. Enemigos a muerte, hoy son amigos entrañables, los amigos íntimos de ayer en la actualidad rivales que se odian a morir. Las grandes diferencias políticas, morales e ideológicas, no son obstáculos para hacer alianzas, situación que ha llevado al desprestigio total de los políticos.

      Estos, como cualquier otra persona tienen derechos y libertades, como cambiar de ideas y de partido, pero sujeto a principios y valores que conlleven a la búsqueda del mejoramiento comunitario, pero no con la intención perversa del interés personal.

     Fabio Valencia Cossio en 1998 lanzó una frase apoteósica en su posesión como presidente del Congreso, “o cambiamos o nos cambian”, ninguna de las dos premoniciones ocurrió, ni cambiaron, ni los colombianos hemos podido cambiarlos y seguimos eligiendo a los mismos descarados de siempre, sea del partido, color o ideología que sea.

       En los últimos años muchas personas que no hacen parte de la clientela y el abstencionismo, han optado por votar por el menos malo. Mientras que muchos con firmeza han decidido utilizar el voto en blanco para demostrar su inconformismo con la forma de hacer política. Como lo dijo Thoreau: “las cosas no cambian, cambiemos nosotros”.

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