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Una purga estalinista. Ni más ni menos

     Coronel Homero Herrera Leal

     Los publicitados retiros de generales con que inició el gobierno de Petro, son una muestra de la mentalidad del mandatario. Está emulando los métodos leninistas-estalinistas y en su mundo fantástico seguramente se ve en el mismo nivel de Lenin o de Stalin, si nos atenemos a su condición mental, pero especialmente a su conducta errática y dispersa que según médicos y especialistas en el tema, es la característica de su megalomanía. El comportamiento y sus consecuencias se enmarcan en lo que tendremos que ver en este régimen

     Es obvio que Petro en su condición de antiguo miembro del narcoterrorista M-19, quiera retaliar contra las Fuerzas Militares y Policía Nacional, organismos encargados de combatir el crimen y la delincuencia, así como el narcoterrorismo y que fueron los causantes de que el M-19 tuviera que aceptar su desmovilización y entrega de armas debido a su derrota militar.

Seguramente si alguien les menciona el tema a los exmiembros de la organización criminal, van a afirmar que no fueron derrotados por el Estado, sino que aceptaron la desmovilización por su afán de lograr la pacificación del país. Ya lo han dicho varias veces, pero ni siquiera ellos mismos se creen tal fábula, pues la realidad tajante está a la vista de todos los colombianos quienes vivimos la etapa de violencia del narcoterrorista M-19 contra nuestra nación.

Petro tiene que mostrar a todos sus amigos comunistas legales e ilegales y a el 27.5% que votó en su favor especialmente, pero también a la inmensa mayoría del 72.5% de colombianos que votó en su contra o no votó, que puede ejercer el poder a su manera, es decir, como se le venga en gana sin importar cuantas violaciones a las leyes y a la Constitución Nacional que su antiguo grupo criminal, no Petro, ayudó a redactar en 1991; Petro está aplicando la doctrina de la ilegalidad disfrazada de fast track así como otras jugaditas de Santos entre ellas la de desconocer la voluntad popular como lo hizo con los resultados mandatorios del plebiscito.

Y lo está haciendo a sabiendas del daño que está causando a Colombia como Estado formal, estable y en vías de tener un crecimiento económico sin antecedentes, tal vez el único logro de Duque.

Los comunistas en Colombia han demostrado con creces que solamente les interesan sus objetivos y los de sus movimientos legales o ilegales, los cuales entre otras cosas son separados por una tenue raya que en muchas ocasiones es borrada intencionalmente para confundir a la opinión pública, a los elementos de justicia que todavía no son de su propiedad y lograr con ello las ventajas políticas, judiciales y económicas que requieren para afianzarse en el poder, otros lo llaman impunidad.

A los comunistas no les importa cuánta sangre tenga que derramarse para lograr sus fines, ya lo demostró Petro con sus ejecutorias como miembro del narcoterrorista M-19 y especialmente en su campaña a la presidencia desde el 2018, que potenció con la organización y dirección de los paros destruyendo y paralizando a casi todo el territorio nacional, en hechos que están documentados fehacientemente en todos los medios de comunicación, incluyendo a aquellos que han sido los cajones de resonancia de las agrupaciones comunistas.

Petro se fotografió con quienes después se dijo son miembros armados de los grupos narcoterroristas en el Cauca, así como de la minga, aprovechando la debilidad, torpeza y ambigüedad ideológica de Duque.

A Petro no le interesa el descomunal perjuicio que está causando a la Fuerza Pública con su purga estalinista, pues en su megalómana visión de comunista irredento ve mejor a unas instituciones armadas debilitadas, desorganizadas, politizadas e ideologizadas, para convertirlas en la Fuerza Pública del régimen, igual que en Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Una Fuerza Pública en ese estado de postración, mal puede salir a defender la Constitución Nacional, la soberanía y al pueblo colombiano, que son sus obligaciones primarias. Y Petro lo sabe.

La manera como Petro sacó a los generales es indignante, por lo humillante del procedimiento. Un general es una alta dignidad del Estado, ni siquiera del gobierno, y por tanto merece la consideración y el respeto especialmente luego de más de 30 años de dedicación continua, de día y de noche, todo el año, sin tomar en cuenta días feriados o fines de semana, con sus familias abandonadas literalmente; sacrificios que ningún funcionario civil sin importar el rango haría ni en sueños.

Si se analizan los altos funcionarios del gobierno de Petro, llegamos a la conclusión que éstos últimos no tienen nada de altos, no hay punto de comparación con un general o cualquier otro soldado o policía de nuestro país, de cualquier grado o jerarquía.

No se puede argüir que no debemos llorar por los que se fueron, es una bajeza y falta de solidaridad, esta última es una característica que en las Fuerzas Militares llamamos Espíritu de Cuerpo y que es determinante para manejar situaciones como las que estamos viviendo.

Es doloroso y humillante, que tanto Petro como el Mindefensa fundamenten semejante masacre con violaciones de derechos humanos y visos de corrupción, pues más del 99% de los miembros de la Fuerza Pública son seres humanos impolutos y sacrificados, y se han ganado a fuerza de músculo y su sangre el calificativo de Héroes de la Patria.

Y menos todavía si se analizan los historiales de integrantes del gobierno, así como de sus congresistas. ¡Es hasta cínico que Petro y sus amigos acusen a las Fuerzas Militares y Policía Nacional de violadores de derechos humanos y de corruptos!

Pero ¡alto ahí!, la culpa no es de Petro, bastante tiene con todas las preocupaciones que le llenan la cabeza sobre como estructurar la destrucción de nuestro país, igualarse en todos los aspectos a los dictadores regionales, y colocar a Colombia y sus recursos, al servicio de las necesidades de los regímenes comunistas de Cuba, Venezuela y Nicaragua, conforme a lo dictaminado por el Grupo de Puebla.

Nunca, en la historia moderna de Latinoamérica, especialmente la de Colombia, ningún mandatario ha dado de baja a los jerarcas de la Fuerza Pública, sencillamente han sido retirados del servicio activo por indicación de otros generales con ambiciones de ocupar los cargos recién desalojados; así ha sido desde que Colombia es un Estado formal.

No es sino recordar los irregulares retiros del servicio activo de Ruiz Novoa, Valencia Tovar, Bedoya Pizarro, Landazábal Reyes y otros. Petro no tiene el conocimiento del Estado ni menos el manejo de las interioridades que se estilan dentro de las Fuerzas Militares y Policía Nacional, le falta seso, visión de estadista y cultura. Por ello depende de opiniones externas, las que seguramente complementaron los militares retirados que adhirieron a su campaña. Petro solo no lo hizo.

Por ello no hay que echarle la culpa. La culpa es de los generales activos de la Fuerza Pública y el resto de sus integrantes, así como de las agremiaciones de la reserva, quienes todavía no han aclarado en ningún tono, lo que desconoce el folclórico mandatario.

A la nueva cúpula militar y policial, hay que desearles que el Todopoderoso los ilumine. Lo van a necesitar, aunque este gobierno está mostrando signos del ateísmo propio de los comunistas, cerrando iglesias. La dirigencia militar y policial tiene que recordar que la Fuerza Pública no es gobiernista, es del Estado para su defensa integral contra todos los enemigos, incluyendo los internos.

Si no se hace nada, quiere decir que Colombia merece el gobierno que tiene.

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