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“El porqué de las situaciones caóticas individuales y colectivas” (III)

Por Rosa Lia Medina de López

“Tenemos un alma y debemos aprender a utilizarla”. Hay dos niveles en el ser humano: la conciencia interna del alma o nivel de la realidad verdadera (99%), y la conciencia externa del cuerpo o nivel físico e ilusorio (1%). Hay muchos estados de conciencia y no todos son benignos; pero como el ser humano nunca puede ni debe separarse voluntariamente del campo energético único, todos hasta el estado de menor nivel, tienen tanto poder que ameritan mucho respeto y un cuidadoso manejo. No en vano se dice que el aleteo de una mariposa en cualquier lugar del mundo, puede producir un huracán inclusive en su antípoda lejana. El objetivo y el mejor escudo de seguridad para el alma es alcanzar la Luz del Creador y el mejor mapa de ruta, son las enseñanzas kabbalísticas”. –“El Poder del Uno”– Rav Phillip Berg, – International Kabbalah Center Los Angeles CA.

La conciencia interna o del alma existe como un circuito continuo, eterno, sin interrupción de la energía-inteligencia; la conciencia corporal representa y simboliza la ilusión constante de un flujo interrumpido y fragmentado de la energía-inteligencia que se manifiesta como caos, desorden, sufrimiento, enfermedad, y es la causa de los problemas a nivel individual; igualmente cuando gran parte de la  humanidad se coloca en condición de vulnerabilidad, accede automáticamente a la conciencia corporal.

El ser humano como obra máxima del Creador, es el productor y el director del movimiento en el cosmos y es además como una fotocopia de  todo lo que hay tanto en el reino celestial como en el reino terrenal de nuestro universo: son dos afirmaciones extraordinarias del Zohar, que tienden a sonar bastante increíbles ya que el único sitio donde ha caminado un ser humano fuera del planeta Tierra es en su satélite la Luna y recién está intentándolo  mediante asombrosos aparatos de inteligencia artificial, en el planeta Marte.  

No obstante el Zohar lo deja muy claro, el cuerpo humano está muy relacionado con nuestra galaxia y con nuestro universo visible, que se comprende mejor cada día gracias a los avances de las ciencias básicas, e impulsa a coincidir con la conclusión milenaria de los Kabbalistas de que todo en el cosmos consta de conciencia del alma y de conciencia corporal. 

Cuando ellos hablan del poder de la mente sobre la materia, indican que se requiere la transformación del modo racional lógico entre 5 y 7% de nuestro potencial, al modo cósmico que permite la trascendencia consciente, libre de las limitaciones y restricciones del mundo físico.

Así lo confirma el Salmo 19:2-3 “Los cielos proclaman la gloria del Creador y la expansión proclama la obra de sus manos. Un día transmite el mensaje al otro día y una noche a la otra noche revela sabiduría”; lo refuerza el Salmo 25: 14 “Los secretos de Dios son para aquellos que sienten temor reverencial por El”, y también lo confirma la introducción que siempre hacen los sabios kabbalistas cuando revelan o enseñan algo muy profundo:

“Yo revelo ahora un palmo y oculto dos; una palabra por una sela (moneda antigua) y silencio por dos”.  O como lo advierte  el Señor Jesucristo en Mateo 7:6 “No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen  y después volviéndose os despedacen”.  

Todo ello significa que debemos tratar  la verdad como un tesoro de valor incalculable y en clara alusión al ocultamiento de lo que los Maestros Kabbalistas consideran  “lo innecesario” o sea de lo que nada útil vendría al revelarlo, “lo imposible”, o sea lo que no se puede expresar en el limitado y simbólico lenguaje,  y “lo que requiere Permiso Celestial”, que sin duda es dado para aquellos que tienen el poder de un muy alto nivel de conciencia para hablar las cosas profundas de la sabiduría, y para aquellos que son merecedores de entenderlas.

Las soluciones a un problema, que no incluyan la descripción y el entendimiento de su origen, no son soluciones viables. El diagnóstico sintomático ignora las causas profundas del comportamiento enigmático de la humanidad, más nos valdría hacer un barrido en todas las direcciones para entender y aceptar que no son suficientes los cambios beneficiosos que hemos generado en el progreso individual del ser humano en particular y de la humanidad en colectivo, para elevar sus respectivos niveles de conciencia.

Físicamente somos criaturas de la Tierra, espiritualmente estamos perpetuamente conectados con el infinito, y debemos rendir homenaje constante al acto original de la creación: la “Restricción” o  el  “Amor incondicional”, la regla de oro que nos permitirá actuar siempre con la intención de unificar toda dualidad que debamos enfrentar: para juicio implacable, compasión inmensa: para soberbia insuperable, profunda humildad de tu alma; ante las graves deficiencias de otros, tu digno trato humano, y  así  entonces: “Cuando ames a tu prójimo como a ti mismo, me conocerás”.

El poder de la mente

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