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Emboscada a las Fuerzas Especiales del Ejército el 11 de julio de 1981 por narcobandoleros de las Farc en el Caguán

   Por Victorino González Garay

   El miércoles 30 de junio de 1981, siendo el comandante de la agrupación de las Fuerzas Especiales del Ejército de Colombia (F.E.), el señor capitán de la divisa roja Álvaro Castaño Maya (para esa época no existía en Colombia una agrupación con más capacidad de entrenamiento y reacción  operacional que las F.E., la cual debía tener una   disponibilidad 24×7, al mando exclusivo del comandante del Ejército ), recibió una llamada telefónica del señor comandante del ejército general Fernando Landazábal Reyes, para que se presentara inmediatamente en su oficina. 

     Una vez allí, mi capitán Castaño, recibió la orden de alistar la agrupación para salir a operar. Acto seguido, me ordenó alistamiento, ya que en ese momento estaba como ejecutivo de la agrupación, la cual estaba disminuida en personal, ya que, al término de una reciente operación en la jurisdicción de la Novena Brigada, en el área general de ventanas en límites de Caquetá y Huila, se autorizo salir con vacaciones a un número de comandos.

      El 1 de julio al amanecer partimos por vía terrestre 5 oficiales y 24 suboficiales, hacia la capital del Huila, a donde arribamos a las dos de la tarde.

     Ya en Neiva, recibimos la información de comando y el orden de batalla del grupo narco terrorista Farc, dispositivo, composición y fuerza por parte del señor coronel Barragán, comandante del Comando Operativo N°.9, información que le transmitimos a nuestros comandos. 

     El 2 de julio, hacia las 10:00, nos helicoportaron hasta San Vicente del Caguán y de allí hasta la vereda La Ruidosa sobre la quebrada Las Delicias, jurisdicción de santana ramos, municipio de San Vicente del Caguán. En ese sitio, se tomó contacto con tres pelotones de infantería, dos de ellos orgánicos del batallón Colombia N°28, uno al mando del capitán Rojas y el otro al mando y del subteniente Manuel Guzmán Cardozo. Y un pelotón del batallón Cazadores al mando del capitán Castiblanco, quienes manifestaron tener el rastro y las huellas del grupo de bandoleros, de acuerdo al orden de batalla y las informaciones recibidas.

     Teniendo en cuenta que detrás de nosotros vendrían en apoyo tres pelotones de infantería, iniciamos la operación, con toda la experiencia y la gran responsabilidad para ubicar y la destruir el grupo terrorista.

     Día a día y en las horas anteriormente coordinadas, el comandante de la agrupación de Fuerzas Especiales, hacia el programa radial, tanto con el comandante del Comando Operativo N° 12, como con los comandantes de los tres pelotones, (en aquel entonces con el radio PRB-423).

      Me consta que tanto el capitán Rojas y el capitán Castiblanco se reportaban a diario a escasos kilómetros de la agrupación, de igual manera el subteniente Guzmán. 

     Durante el desplazamiento táctico y poniendo en práctica las técnicas de patrullaje, fuimos avanzando hacia el posible contacto con el grupo de entre 80 y 100 hombres, que se desplazaban al mando del bandolero Rigoberto Lozada Perdomo alias Joselo.

     De acuerdo con las informaciones de inteligencia, los terroristas teníaan algunas ametralladoras calibre punto treinta, fusiles G-3, carabinas, escopetas y armas cortas.

      El terreno presentaba algunas características montañosas, bastante quebrado, con algunos caminos de herradura, más bien despoblado, y algunos cultivos, con áreas destapadas. El clima lluvioso y con bastante neblina en horas del día.

     En el terreno, teníamos la absoluta seguridad y confianza de que el contacto se daría y así iba a suceder y que teníamos el apoyo inmediato de tres pelotones.

      Para el efecto, los dos capitanes le ordenaron al subteniente Guzmán que se adelantara y que reaccionara en caso del inminente contacto con el enemigo en apoyo, orden que cumplió Guzmán, mientras que los capitanes Castiblanco y Rojas se rezagaron con sus tropas, hasta el punto que no prestaron el obligatorio apoyo a las fuerzas especiales. Solamente, el subteniente Guzmán lo hizo.

      El viernes 10 de julio en el programa de la noche, con el comando operativo, se recibió la orden de evacuación de un personal de comandos, entre ellos al teniente Reynol Díaz Tello, por haber sido seleccionado para adelantar un curso en el exterior y otros tres comandos que padecían quebrantos de salud, por efectos de la selva.

     El 11 de julio, luego de verificar tanto el personal como el armamento, despachar a los evacuados y hacer el programa de radio con los comandantes de los tres pelotones, se procedió a la reorganización la agrupación en tres destacamentos, uno al mando del subteniente Caballero, oro al mando del subteniente Nelson Bedoya Zuluaga y otro al mando mío.

     Iniciamos el desplazamiento táctico operacional hacia las ocho de la mañana. Mi destacamento pasó a la parte final de la agrupación por haber punteado el día anterior, asumiendo la punta el destacamento del subteniente Caballero seguido por el subteniente Bedoya. Mi capitán Castaño rotaba, generalmente se ubicaba en el centro con el radioperador. Era un día lluvioso, y como ya anoté el terreno bastante quebrado cubierto por neblina densa.

     A medida que avanzábamos, íbamos encontrando señuelos dejados por los bandoleros, típica señal que nos indicaba que por allí avanzaban: Se sentía el ambiente a la proximidad de un combate.

      Durante el desplazamiento hubo comentarios, apuntes y hasta sugerencias de pedir apoyo helicoportado para ser ubicados delante de los bandoleros. Así se pidió al comandante del comando operativo y este lo negó. A manera de anécdota, escuche al coronel Barragán, decir que ¿para qué helicóptero “acaso no son comandos? ….no están entrenados para caminar?….”.

      El subteniente Bedoya en la noche anterior me mostró y me pidió una opinión sobre un escrito que estaba haciendo, me lo leyó y me pareció bastante profundo en su mensaje. Le dije que estaba bien, a sabiendas que él era muy piadoso y lo enfocó tanto a la parte militar, como a la parte espiritual. Después de fallecido, el escrito se encontró dentro de sus pertenencias y se publicó.  Hoy se conoce como la Oración de guerra.

     Hacia el mediodía y después de haber avanzado durante cuatro horas y luego de coronar una falda en medio de bastante vegetación, tupida y la neblina que en ese momento nos impedía tener clara visión del terreno, empezamos a bajar, encontrando en lo que podíamos ver, cultivos de maíz seco, árboles talados, pero sin tener un concepto definido del terreno, que en ese momento nos rodeaba.

      Al llegar por así llamarlo el centro del objetivo de los bandoleros, el comandante de la agrupación ordenó al destacamento puntero, hacer reconocimiento y seguridad de la punta, al subteniente Bedoya asegurar el medio y a mí la retaguardia.

      Cuando nos disponíamos a cumplir la orden, la neblina de despejó y pudimos darnos cuenta de que estábamos prácticamente en un hueco, con un rancho donde apilaban el maíz, herramientas y otros elementos. Era un claro entre la espesura del monte, de unos 400 a 500 metros de diámetro.

     Por decir algo y tener una idea de donde estábamos metidos, era como estar en un estadio y nosotros en el medio, con 7 comandos a la cabeza, 6 en el centro y 6 atrás.

     Siendo las 12:15 del mediodía y aprovechando que habíamos parado, se tuvo la idea de comer algo, pero fuimos interrumpidos por un ataque con fuego de armas de todo tipo por parte de los bandoleros.

     Habíamos caído en una emboscada tipo herradura, lo cuál obligó a repeler el ataque desde el atrincheramiento que cada comando pudo lograr, dado el volumen de fuego enemigo.

     No podíamos maniobrar porque al estar rodeados en un círculo, nos ubicaban de inmediato y los bandoleros concentraban el fuego en dirección de ese blanco. Así que el primero en ser dado de baja fue el sargento viceprimero Fabriciano Gaitan.

    Sostuvimos el fuego durante aproximadamente 5 horas, tratando infructuosamente de comunicarnos con los pelotones de apoyo. Por fin hacia las cinco y cuarto de la tarde, escuchamos el estruendo de los lanzacohetes M72A2.

     Llegó en apoyo el subteniente Guzmán, quien mediante hábil maniobra de contraataque con los rockets, ametralladoras, morteros de 60 mm y armas de dotación bien dispuesta, ahuyentó y obligó a escapar a los terroristas, que no lograron el objetivo de arrasarnos en la emboscada.

     Los otros dos pelotones de apoyo, llegaron al otro día hacia las 5 de la mañana, acción que dio pie a una investigación disciplinaria en contra de sus dos comandantes, pero desconozco el desenlace final de esos procesos.

    Como resultado de la artera emboscada tuvimos:

    Comandos muertos:

    Dos oficiales

    Siete suboficiales

    Material perdido

    Una subametralladora MP5

    Dos equipos de dotación con todos los elementos de los comandos muertos

    Sobrevivientes:

    Dos oficiales

    Nueve suboficiales

    La evacuación helicoportada con dirección al San Vicente del Caguan., se produjo el día 12 de julio de 1981 entre las 11de la mañana y tres de la tarde. Mi destacamento fue el último en ser extraído del sitio de la emboscada.

   

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