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El pensamiento político de las Fuerzas Armadas

    Por Coronel (RA) Pedro Alberto Restrepo A.

     Las circunstancias presentes de la vida colombiana obligan a poner en primer plano el problema de la guía política de las Fuerzas Armadas colombianas. Tradicionalmente, en Colombia la dirigencia política ha invocado la apoliticidad y la no deliberación de los militares y la Policía Nacional

    El discurso de Alberto Lleras Camargo a los militares colombianos en 1958 cuando comienza la etapa del Frente Nacional, después del gobierno militar de la total abstención de las Fuerzas Armadas en política y se ha invocado, la última vez por el presidente Belisario Betancur cuando sustituyó al ministro de Defensa, general Fernando Landazábal, como la definición de las relaciones entre el mundo de lo político-civil y las Fuerzas Armadas.

     El mensaje de la abstención deliberativa de éstas, define  a su vez, a los militares, que “la política no va a entrar a los cuerpos de la defensa nacional; ninguna presión me obligaría a contrariar lo que yo entiendo como la salvaguardia de la paz y la garantía de que la república esté bien defendida, es decir, la imparcialidad, la neutralidad política de las Fuerzas Armadas.”

    El discurso citado, al comenzar el Frente Nacional en 1958, era como un registro de un proceso que culminaba. El cambio de unas Fuerzas Armadas, con la oficialidad dividida por las adscripciones políticas tradicionales de los colombianos, a otras con preocupaciones políticas nuevas, inscritas en el conflicto Este-Oeste.

    Se hacía, además, un deslinde que implicaba más autonomía para los militares en el manejo de los asuntos internos de la institución. En todo caso, el gobierno militar, antecedente del Frente Nacional, redefinió la posición de las FF.AA. en el sistema político.

    Plantear un ejército apolítico es una contradicción en los términos sociales donde la constitución y las leyes son acomodaticias al criterio jurídico-legal. Más aún, un ejército sin pensamiento político es un ejército que no conoce su oficio.

     La confusión entre apoliticidad y el culto a  la dinámica  del funcionamiento del estado en función del partidismo o movimientos políticos, no se han discutido lo suficiente en Colombia y al interior de las fuerzas, por el temor infundido y mal intencionado de abstraernos de la realidad popular, que la conocemos, pero con el veto de participar en la toma de decisiones en la administración del estado, nos aísla y terminamos siendo repudiados por sectores que desconocen nuestro rol y papel en la sociedad.

     Lo cierto es que la falta de un pensamiento político para guiar las instituciones armadas, se ha revelado como un factor más de la crisis política reinante, y ha cobrado una factura histórica a quienes en franca lid combatieron y cumplieron la misión, pero como víctimas de una ausencia de un pensamiento y realidad política de las Fuerzas Militares y de Policía, fueron relegados sin honor y gloria, sin el agradecimiento de una nación que mira  impotente el avance  de la degradación social, sin contención alguna.

    Ahora entonces, donde el concepto de enemigo externo, interno, narcotráfico, comunismo, clanes del golfo, guerrilla y paramilitares, convergen en un solo sistema, la gran pregunta es:

    Cómo, se ha de combatir organizaciones, que sin ideología, sin parámetros morales y lejos del respeto por el ser humano, se entrelazan en una amalgama donde políticos autodenominados progresistas, alientan comunidades, no al pueblo, a permanecer en un limbo de género, apátrida, sin arraigo, a través de una narrativa globalista letal, la cual expone en grado sumo, la supervivencia, de las naciones, la sociedad e indudablemente de la democracia.

    Es ahora donde el papel de las organizaciones de reserva activa deben procurar, construir un discurso de unión nacional, donde la máxima sea no capitular ante una realidad que ya está en el poder y políticamente no es correcta, y ante la cual sus aliados,  y el sistema no los van a combatir o a ofrecer resistencia.

     Por tanto la patria nos reclama una cuota más de sacrificio, para no dejar que la arrogancia, egos y pasiones nos distancien. Es ahora que tenemos el deber de hacernos más políticos que políticos, recurrir a nuestra disciplina para reencauzar la nación, y valernos de nuestros principios para la construcción de una verdadera democracia y ocupar cargos públicos en las administraciones municipales y departamentales por medio de partidos, que aunque no son propios, nos acogen y son afines a nuestra formación.

     Tenemos esa responsabilidad y es nuestra obligación a apoyar a  aquellos que se lanzan a esta arena, que emulando los gladiadores romanos, esperan que NO seamos espectadores, y que les acompañemos cuerpo a cuerpo en esta causa que es la república.

                                             Libertad y Orden.

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