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‘Gritos sin palabras’: Hamás usó la violencia sexual como un arma el 7 de octubre

 

Jeffrey Gettleman, Anat Schwartz y Adam Sella reportaron por todo Israel y entrevistaron a más de 150 personas.

Al principio, se le conocía simplemente como “la mujer del vestido negro”.

En un video granulado, se le puede ver acostada boca arriba, con el vestido roto, las piernas abiertas y la vagina expuesta. Su rostro está quemado hasta quedar irreconocible y su mano derecha cubre sus ojos.

El video fue grabado en las primeras horas del 8 de octubre por una mujer que buscaba a una amiga desaparecida en el lugar de la fiesta rave en el sur de Israel donde, el día anterior, terroristas de Hamás habían masacrado a cientos de jóvenes israelíes.

El video se volvió viral y miles de personas respondieron, desesperadas por saber si la mujer del vestido negro era su amiga, hermana o hija desaparecida.

Una familia sabía exactamente quién era ella: Gal Abdush, madre de dos hijos de un pueblo de clase trabajadora en el centro de Israel, que desapareció de la fiesta rave esa noche con su marido.

Mientras los terroristas se le acercaban, atrapada en una carretera en una fila de autos de personas que intentaban huir de la fiesta, Abdush envió un último mensaje de WhatsApp a su familia: “No lo entienden”.

Basándose en gran medida en la evidencia en video —la cual fue verificada por The New York Times— los funcionarios de la policía israelí dijeron que creían que Abdush había sido violada, y se ha convertido en un símbolo de los horrores sufridos por las mujeres y niñas israelíes durante los ataques del 7 de octubre.

Los funcionarios israelíes afirman que en todos los lugares donde atacaron los terroristas de Hamás —la fiesta rave, las bases militares a lo largo de la frontera de la Franja de Gaza y los kibutz— las mujeres fueron agredidas de manera brutal.

Una investigación de dos meses realizada por el Times descubrió nuevos y dolorosos detalles y estableció que los ataques contra las mujeres no fueron eventos aislados sino parte de un patrón más amplio de violencia de género el 7 de octubre.

Basándose en imágenes de video, fotografías, datos de GPS de teléfonos y entrevistas con más de 150 personas, incluidos testigos, personal médico, soldados y consejeros de agresiones sexuales, el Times identificó al menos siete lugares donde mujeres y niñas israelíes al parecer fueron agredidas o mutiladas sexualmente.

[El mapa a continuación muestra, en la parte superior marcada con un cuadrado rojo, el sitio en el que fue hallado el cuerpo de Gal Abdush. Los cuadrados rojos al centro muestran, de izquierda a derecha, el lugar donde se escondieron Raz Cohen y Shoham Gueta y el centro de la fiesta rave. El último de los cuadrados marca el escondite de Sapir y Yura Karol]

Cuatro testigos describieron con detalles explícitos haber visto a mujeres ser violadas y asesinadas en dos lugares diferentes a lo largo de la Ruta 232, la misma carretera donde se encontró el cuerpo semidesnudo de Abdush tirado en el pavimento en un tercer lugar.

Además, el Times entrevistó a varios soldados y médicos voluntarios que juntos describieron haber encontrado más de 30 cuerpos de mujeres y niñas en el lugar de la fiesta rave y sus alrededores y en dos kibutz en un estado similar al de Abdush: piernas abiertas, ropa arrancada, señales de abuso en sus zonas genitales.

Cars — some destroyed by fire, others damaged — in a clearing among trees.
Un área de campamento el 11 de octubre en el lugar de la fiesta rave en el sur de Israel.Credit…Sergey Ponomarev para The New York Times 
Muchos de los testimonios son difíciles de escuchar y la evidencia visual es perturbadora.

El Times vio fotografías del cadáver de una mujer que los servicios de emergencia descubrieron entre los escombros de un kibutz asediado, con docenas de clavos incrustados en sus muslos e ingle.

El Times también vio un video, proporcionado por el ejército israelí, que mostraba a dos mujeres soldados israelíes muertas en una base cerca de Gaza que al parecer habían recibido disparos directamente en sus vaginas.

Hamás ha negado las acusaciones de violencia sexual de Israel. Los activistas israelíes mostraron su indignación porque el secretario general de la ONU, António Guterres, y la agencia ONU Mujeres no reconocieron las numerosas acusaciones hasta semanas después de los ataques.

Los investigadores de la principal unidad de la policía nacional de Israel, Lahav 433, han estado reuniendo pruebas constantemente, pero no han dado una cifra sobre cuántas mujeres fueron violadas, pues afirman que la mayoría están muertas —y sepultadas— y por ende nunca lo sabrán. Ninguna superviviente ha hablado públicamente.

La policía israelí ha reconocido que durante la conmoción y la confusión del 7 de octubre, el día más mortífero en la historia de Israel, no se concentraron en recolectar muestras de semen de los cuerpos de las mujeres, solicitar autopsias o examinar de cerca las escenas del crimen. En ese momento, dijeron las autoridades, estuvieron enfocados en repeler a Hamás e identificar a los muertos.

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Messages on a mobile phone screen.
La hermana de Abdush muestra uno de los últimos mensajes que Abdush envió el 7 de octubre.

Una combinación de caos, enorme dolor y deberes religiosos judíos hizo que muchos cuerpos fueran sepultados lo más rápido posible. La mayoría nunca fueron examinados y, en algunos casos, como en el lugar de la fiesta rave, donde más de 360 personas fueron masacradas en unas pocas horas, los cuerpos fueron retirados en camiones.

Esto ha dejado a las autoridades israelíes sin poder explicar completamente a las familias lo que les sucedió a sus seres queridos en sus momentos finales. Por ejemplo, los familiares de Abdush nunca recibieron un certificado de defunción. Todavía están buscando respuestas.

En los casos de violencia sexual generalizada durante una guerra, no es inusual tener limitadas pruebas forenses, dijeron los expertos.

“El conflicto armado es muy caótico”, dijo Adil Haque, profesor de derecho de la Universidad Rutgers y experto en crímenes de guerra. “La gente está más centrada en su seguridad que en preparar un caso penal en el futuro”.

Muy a menudo, dijo, los casos de delitos sexuales son procesados años después sobre la base del testimonio de víctimas y testigos.

“Es posible que el testigo ni siquiera sepa el nombre de la víctima”, añadió. “Pero si pueden testificar algo como: ‘Vi a una mujer siendo violada por este grupo armado’, eso puede ser suficiente”.

Sapir, una contadora de 24 años, se ha convertido en una de los testigos clave de la policía israelí. No quiere ser identificada plenamente, pues afirma que sería perseguida por el resto de su vida si se revelara su apellido.

Sapir asistió a la fiesta rave con varios amigos y brindó a los investigadores un testimonio explícito. También conversó con el Times. Durante una entrevista de dos horas frente a un café en el sur de Israel, relató haber visto grupos de hombres armados fuertemente armados violar y matar al menos a cinco mujeres.

Contó que a las 8 a. m. del 7 de octubre, estaba escondida bajo las ramas bajas de un tupido árbol de taray, justo al lado de la Ruta 232, a unos 6,5 kilómetros al suroeste de la fiesta. Le habían disparado en la espalda. Se sentía débil. Se cubrió con hierba seca y se quedó tan quieta como pudo.

Two people in high-visibility vests walk along a path toward severely damaged low buildings.
Voluntarios con un equipo de respuesta a emergencias en el kibutz Kfar Aza este mes. El kibutz fue uno de los lugares que sufrió ataques el 7 de octubre.

A unos 15 metros de su escondite, dijo, vio motocicletas, automóviles y camiones deteniéndose. Dijo que vio a “unos 100 hombres”, la mayoría vestidos con uniforme militar y botas de combate, algunos con sudaderas oscuras, entrar y salir de los vehículos. Dijo que los hombres se congregaron a lo largo del camino y se pasaron entre ellos rifles de asalto, granadas, pequeños misiles y mujeres gravemente heridas.

“Era como un punto de reunión”, dijo.

La primera víctima que dijo haber visto fue una mujer joven con cabello color cobrizo, sangre corriendo por su espalda y pantalones bajados hasta las rodillas. Un hombre le jaló el cabello y la obligó a inclinarse. Otro la penetró, dijo Sapir, y cada vez que ella se estremecía, el hombre le hundía un cuchillo en la espalda.

Sapir dijo que luego vio a otra mujer “desmenuzada en pedazos”. Mientras un terrorista la violaba, dijo, otro sacó un cúter y le cortó un seno.

“Uno continúa violándola y el otro le lanza el seno a otra persona, y juegan con él, lo tiran y cae en el pavimento”, dijo Sapir.

Sapir dijo que los hombres le cortaron la cara a la mujer y, luego, esta desapareció de la vista. Casi al mismo tiempo, dijo, vio a otras tres mujeres violadas y a terroristas cargando las cabezas decapitadas de otras tres mujeres.

Sapir proporcionó fotografías de su escondite y sus heridas, y los agentes de policía respaldaron su testimonio y publicaron un video de ella, con el rostro borroso, contando parte de lo que vio.

Yura Karol, un consultor de seguridad de 22 años, dijo que estuvo escondido en el mismo lugar y se le puede ver en una de las fotografías de Sapir. Él y Sapir formaban parte de un grupo de amigos que se habían reunido en la fiesta. En una entrevista, Karol dijo que apenas levantó la cabeza para mirar la carretera, pero también describió haber visto a una mujer violada y asesinada.

Desde ese día, contó Sapir, ha lidiado con un doloroso sarpullido que se extendió por todo su torso y apenas logra conciliar el sueño, pues se despierta por la noche con el corazón acelerado y cubierta de sudor.

“Ese día me convertí en un animal”, dijo. “Estaba emocionalmente desapegada, alerta, con solo la adrenalina de la supervivencia. Miré todo esto como si lo fotografiara con mis ojos, sin olvidar ningún detalle. Me dije a mí misma: debo recordarlo todo”.

Esa misma mañana, a lo largo de la Ruta 232, pero en un lugar diferente, aproximadamente a 1,6 kilómetros al suroeste del área de la fiesta, Raz Cohen —un joven israelí que también había asistido a la fiesta rave y había trabajado recientemente en la República Democrática del Congo entrenando a soldados congoleños— dijo que se había escondido en el lecho de un arroyo seco. Le proporcionó cierta protección contra los agresores que peinaban el área y disparaban a cualquiera que encontraran, dijo en una entrevista de hora y media en un restaurante de Tel Aviv.

A head-and-shoulders photo of a man with a beard, wearing a black T-shirt, looking up to his left.
Raz Cohen, un consultor de seguridad, sobrevivió a los ataques del 7 de octubre escondiéndose en el lecho de un arroyo seco.

Recordó que a unos 36 metros delante de él, una furgoneta blanca se detuvo y sus puertas se abrieron de golpe.

Cohen afirmó que acto seguido vio a cinco hombres, vestidos de civil, todos con cuchillos y uno con un martillo, arrastrando a una mujer por el suelo. Era joven, estaba desnuda y gritaba.

“Todos la rodearon”, dijo Cohen. “Ella estaba de pie. Empezaron a violarla. Vi a los hombres parados formando un semicírculo a su alrededor. Uno la penetró. Ella gritó. Todavía recuerdo su voz, gritos sin palabras”.

“Entonces, uno de ellos levantó un cuchillo”, dijo, “y simplemente procedieron a masacrarla”.

Shoam Gueta, uno de los amigos de Cohen y diseñador de moda, dijo que los dos estaban escondidos juntos en el lecho del arroyo. Dijo que vio al menos a cuatro hombres salir de la camioneta y atacar a la mujer, quien terminó “entre sus piernas”. Dijo que los hombres “hablaban, reían y gritaban”, y que uno de ellos la apuñaló con un cuchillo en repetidas ocasiones, “literalmente descuartizándola”.

Horas más tarde, la primera oleada de técnicos de emergencias médicas voluntarios llegó al lugar de la fiesta rave. En entrevistas, cuatro de ellos dijeron que descubrieron cuerpos de mujeres muertas con las piernas abiertas y sin ropa interior —algunas con las manos atadas con cuerdas y bridas— en el área de fiesta, a lo largo de la carretera, en el estacionamiento y en los campos abiertos alrededor del sitio de la fiesta rave.

Jamal Waraki, un médico voluntario del equipo de respuesta a emergencias sin fines de lucro ZAKA, dijo que no podía sacarse de la cabeza a una mujer joven con un chaleco de cuero que fue encontrada entre el escenario principal y el bar.

“Tenía las manos atadas a la espalda”, dijo. “Estaba inclinada, medio desnuda, con la ropa interior enrollada hasta debajo de las rodillas”.

Yinon Rivlin, miembro del equipo de producción de la fiesta rave que perdió a dos hermanos en los ataques, dijo que después de esconderse de los asesinos, salió de una zanja y se dirigió al área de estacionamiento, al este de la fiesta, a lo largo de la Ruta 232, en busca de supervivientes.

Cerca de la carretera, dijo, encontró el cuerpo de una mujer joven, boca abajo, sin pantalones ni ropa interior, con las piernas abiertas. Dijo que el área de su vagina parecía haber sido rajada, “como si alguien la hubiera desgarrado”.

Se hicieron descubrimientos similares en dos kibutz, Beeri y Kfar Aza. Ocho médicos voluntarios y dos soldados israelíes le dijeron al Times que en al menos seis casas distintas habían encontrado un total de al menos 24 cuerpos de mujeres y niñas desnudas o semidesnudas, algunas mutiladas, otras atadas y, a menudo, solas.

Un paramédico de una unidad de comando israelí dijo que había encontrado los cuerpos de dos adolescentes en una habitación en Beeri.

Una estaba acostada de costado, dijo, con los calzoncillos rotos y hematomas en la ingle. La otra estaba tirada en el suelo boca abajo, dijo, con los pantalones del pijama hasta las rodillas, las nalgas expuestas y la espalda manchada de semen.

Como su trabajo era buscar sobrevivientes, dijo, siguió moviéndose y no documentó la escena. Los vecinos de las dos niñas asesinadas —que eran hermanas de 13 y 16 años— dijeron que sus cuerpos habían sido encontrados solos, separados del resto de su familia.

El ejército israelí permitió que el paramédico hablara con los periodistas con la condición de que no fuera identificado, porque sirve en una unidad de élite.

Muchos de los muertos fueron llevados a la base militar de Shura, en el centro de Israel, para su identificación. También aquí, los testigos dijeron haber visto señales de violencia sexual.

Shari Mendes, una arquitecta llamada como soldado de reserva para ayudar a preparar los cuerpos de las mujeres soldado para su entierro, dijo que había visto cuatro con señales de violencia sexual, incluidas algunas con “mucha sangre en sus zonas pélvicas”.

A woman stands in a large metal container whose doors are open, showing wrapped bodies stacked on shelves, while a man with a gun stands looking in her direction.
Shari Mendes, una arquitecta que fue llamada como soldado de reserva para ayudar a manipular los cuerpos de las mujeres soldado, en un contenedor utilizado para almacenar los cuerpos antes de su traslado a una morgue en la base militar de Shura en el centro de Israel.

Una dentista, la capitana Maayan, que trabajaba en el mismo centro de identificación, dijo que había visto al menos 10 cadáveres de mujeres soldado de los puestos de observación de Gaza con señales de violencia sexual.

La capitana Maayan pidió ser identificada únicamente por su rango y apellido debido a lo delicado del tema. Dijo que había visto varios cuerpos con cortes en la vagina y ropa interior empapada en sangre y uno al que le habían arrancado las uñas.

A las autoridades israelíes no les faltan pruebas en video de los ataques del 7 de octubre. Han recopilado horas de videos de cámaras corporales de Hamás, cámaras de tablero, cámaras de seguridad y teléfonos móviles que muestran a terroristas de Hamás matando a civiles y muchas imágenes de cuerpos mutilados.

Pero Moshe Fintzy, superintendente adjunto y alto portavoz de la policía nacional de Israel, dijo: “Tenemos cero autopsias, cero”, haciendo un “0” con su mano derecha.

Después del ataque, dijeron funcionarios de la policía, se enviaron examinadores forenses a la base militar de Shura para ayudar a identificar los cientos de cuerpos; los funcionarios israelíes dicen que alrededor de 1200 personas murieron ese día.

Los examinadores trabajaron rápidamente para dar a las agonizantes familias de los desaparecidos una sensación de cierre y determinar, mediante un proceso de eliminación, quién había muerto y quién estaba retenido como rehén en Gaza.

Según la tradición judía, los funerales se celebran de inmediato. El resultado fue que muchos cuerpos con señales de abuso sexual fueron sepultados sin exámenes médicos, lo que significa que las pruebas potenciales están bajo tierra. Los expertos forenses internacionales dijeron que es posible recuperar algunas pruebas de los cadáveres, pero que sería difícil.

Fintzy dijo que las fuerzas de seguridad israelíes todavía estaban encontrando imágenes que muestran que las mujeres fueron brutalmente agredidas. Sentado en su escritorio en un imponente edificio de la policía en Jerusalén, Fintzy activó su teléfono y mostró el video de las dos mujeres soldados a las que les dispararon en la vagina, el cual, según dijo, fue grabado por hombres armados de Hamás y recuperado recientemente por soldados israelíes.

Una colega que estaba sentada a su lado, Mirit Ben Mayor, superintendente jefe de policía, dijo que creía que la brutalidad contra las mujeres era una combinación de dos fuerzas feroces, “el odio a los judíos y el odio a las mujeres”.

Algunos trabajadores médicos de emergencia ahora desearían haber documentado más de lo que vieron. En entrevistas, afirmaron que habían movido cuerpos, cortado bridas y limpiado escenas de la masacre. Tratando de ser respetuosos con los muertos, destruyeron pruebas por error.

Muchos voluntarios de ZAKA, el equipo de respuesta a emergencias, son judíos religiosos y operan bajo reglas estrictas que imponen un profundo respeto por los muertos.

“No tomé fotografías porque no tenemos permitido hacerlo”, afirmó Yossi Landau, un voluntario de ZAKA. “En retrospectiva, lamento no haberlo hecho”.

Hay al menos tres mujeres y un hombre que fueron agredidos sexualmente y sobrevivieron, según Gil Horev, portavoz del Ministerio de Bienestar y Servicios Sociales de Israel. “Ninguno de ellos ha estado dispuesto a venir físicamente para recibir tratamiento”, dijo. Dos terapeutas dijeron que estaban atendiendo a una mujer que fue violada en grupo en la fiesta rave y que no estaba en condiciones de hablar con investigadores o periodistas.

A man with a beard and black jacket looks off to his left.
Yossi Landau, voluntario del equipo de respuesta a emergencias ZAKA, una organización sin fines de lucro, dijo que no había tomado fotografías de los cuerpos porque no estaba permitido. “En retrospectiva, lamento no haberlo hecho”, añadió.
El trauma de una violación puede ser tan grave que a veces los supervivientes no hablan de ello durante años, dijeron varios consejeros de agresiones sexuales.

“Mucha gente está buscando la prueba de oro, de una mujer que testifique sobre lo que le pasó. Pero no busquen eso, no presionen a esta mujer”, dijo Orit Sulitzeanu, directora ejecutiva de la Asociación de Centros de Crisis por Violación en Israel. “Los cadáveres cuentan la historia”.

Una de las últimas imágenes de Abdush con vida —capturada por una cámara de seguridad montada en la puerta de su casa— la muestra saliendo de su casa con su esposo, Nagi, a las 2:30 a. m. del 7 de octubre rumbo a la fiesta rave.

Nagi vestía jeans y una camiseta negra. Ella iba vestida con un vestido negro corto, un chal negro atado a la cintura y botas de combate. Mientras sale pavoneándose, toma un trago de un vaso (su cuñado recuerda que era Red Bull y vodka) y se ríe.

Tienes que vivir la vida como si fueran tus últimos momentos. Ese era su lema, dijeron sus hermanas.

Al amanecer, cientos de terroristas rodearon la fiesta desde varias direcciones, bloqueando las carreteras de salida. La pareja se subió a su Audi y envió una serie de mensajes mientras avanzaban.

“Estamos en la frontera”, le escribió Abdush a su familia. “Nos vamos”.

“Explosiones”.

Su esposo hizo sus propias llamadas a su familia y dejó un mensaje de audio final para su hermano, Nissim, a las 7:44 a. m. “Cuida a los niños”, dijo. “Te amo”.

Se escucharon disparos y el mensaje terminó.

Esa noche, Eden Wessely, una mecánica de automóviles, condujo hasta el lugar de la fiesta rave con tres amigos y encontró a Abdush tendida medio desnuda en la carretera junto a su automóvil quemado, a unos 14 kilómetros al norte del lugar. No vio el cuerpo de Nagi Abdush.

A woman in a car, illuminated by an internal light.
Eden Wessely, una mecánica de automóviles, condujo hasta el lugar de la fiesta rave en busca de una amiga desaparecida, pero en su lugar encontró a Abdush tirada medio desnuda en la carretera junto a su auto quemado.

Wessely vio otros autos quemados y otros cuerpos, y grabó videos de varios, con la esperanza de que ayudaran a las personas a identificar a sus familiares desaparecidos. Cuando publicó el video de la mujer del vestido negro en su historia de Instagram, se vio inundada de mensajes.

“Hola, según tu descripción de la mujer del vestido negro, ¿tenía el cabello rubio?” decía un mensaje.

“Eden, la mujer que describiste con el vestido negro, ¿recuerdas el color de sus ojos?” decía otro.

Algunos miembros de la familia Abdush vieron ese video y otra versión grabada por uno de los amigos de Wessely. Inmediatamente sospecharon que el cuerpo era el de Abdush y, basándose en la forma en que se encontró su cuerpo, temieron que pudiera haber sido violada.

Pero mantuvieron vivo un destello de esperanza que de alguna manera, no fuera cierto.

Los videos también llamaron la atención de los funcionarios israelíes: muy poco después del 7 de octubre comenzaron a recolectar pruebas de las atrocidades. Incluyeron imágenes del cuerpo de Abdush en una presentación realizada ante gobiernos y organizaciones de medios extranjeros, utilizando a Abdush como representación de la violencia cometida contra las mujeres ese día.

A fuzzy photograph of a woman’s body lying on the ground next to a white vehicle.
Una captura de pantalla de un video que muestra el cuerpo de Abdush.Credit…Eden Wessel

Una semana después de que se encontrara el cuerpo de Gal Abdush, tres trabajadores sociales del gobierno aparecieron en la puerta de la casa de su familia en Kiryat Ekron, un pequeño pueblo en el centro de Israel. Dieron la noticia de que habían encontrado muerta a Abdush, de 34 años.

Pero el único documento que recibió la familia fue una carta de una página del presidente israelí, Isaac Herzog, expresando sus condolencias y enviándoles un abrazo. El cuerpo del marido de Abdush, de 35 años, fue identificado dos días después del de su esposa. Estaba gravemente quemado y los investigadores determinaron quién era basándose en una muestra de ADN y su anillo de bodas.

La pareja había estado junta desde que eran adolescentes. Para la familia, parece que fue ayer cuando Nagi Abdush se dirigía a trabajar para arreglar calentadores de agua, con una mochila de herramientas al hombro, y Gal Abdush cocinaba puré de papas y schnitzel para sus dos hijos, Eliav, de 10 años, y Refael, de 7.

Los niños ahora son huérfanos. Estaban durmiendo en casa de una tía la noche que mataron a sus padres. La madre y el padre de Gal Abdush han solicitado la custodia permanente, y todos están ayudando.

Noche tras noche, la madre de Gal Abdush, Eti Bracha, se acuesta en la cama con los niños hasta que se quedan dormidos. Hace unas semanas, contó que intentó salir silenciosamente de la habitación cuando el niño más pequeño la detuvo.

“Abuela”, dijo, “quiero hacerte una pregunta”.

“Cariño”, dijo, “puedes preguntar lo que quieras”.

“Abuela, ¿cómo murió mamá?”.

A woman with her eyes closed rests her head on the shoulder of a man wearing a skull cap, looking out of a window.
Los padres de Abdush, Eti Bracha, de 56 años, y su esposo, Eli, de 60.

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