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Por el liderazgo de la globalización Tercera parte

     Por Iván González Urán

      Con el tiempo comenzó a dar resultados. La tradicional clase política rusa, de fanática tradición y de largos periodos de gobierno, fue lentamente remplazada por nuevas generaciones.
Algunos nuevos dirigentes rusos fueron introduciendo la idea del cambio y la modernización (perestroika económica y glásnost político)
      Se comenzaba a hablar menos del utópico idealismo comunista, con el que se habían obnubilado y fanatizado muchas mentes, terminando en causar mucho dolor humano y sacrificado millones vidas. En su lugar se mencionaba más de socialismo, como una forma de comunismo moderado. Ahora de progresismo y otras para distraer el concepto negativo que creó la barbarie del comunismo violento y retrógrado original. El de sus ideólogos Marx y Engels, y sus implantadores Lenin y Stalin.

      La primera evidencia importante de esos cambios fue la retirada táctica de los cohetes rusos en Cuba ante el desmantelamiento de los cohetes gringos de Turquía. Que aunque eran de interés único y primordial de Rusia, como efecto colateral, también eran de defensa cubana por y para prevenir otro intento de invación por Bahía Cochinos. Pues un ataque directo contra las plataformas ubicadas en la isla también era una violación a la soberanía cubana. Más tarde Rusia también suspendió el apoyo económico.
     Y se facilitó para la unificación de las dos Alemanias. La reducción del férreo control sobre los países satélites de la URSS. La demolición del muro de Berlín a petición de los presidentes de los EE UU. Aunque ellos ya, paradójicamente, iniciaban su propia Muralla China en la frontera con México.
      Las viejas Checoeslovaquia y Yugoslavia, se desintegraron.
      Casi todos los países “NIA” (Polonia, Alemania, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, etc) quisieron seguir el ejemplo de los dos primeros, sacudiéndose el yugo ruso.
      Y para completar también le surgieron sentimientos de autonomía en los países TAN del centro del Asia. Donde el mismo Afganistán ha jugado un papel importante por haber sido el foco de disputas entre el régimen zarista y la Gran Bretaña durante el siglo XIX. Donde el imperio de los Zares estaba descontento con el hecho de que la potencia europea mantuviese control de ese territorio con una presencia incómoda a su seguridad nacional. Argumentando una injustificada, por lo supuesta, necesidad para contener una imaginaria intención de usar ese país como espacio neutral por la hipotética amenaza de Rusia a la valiosa colonia Británica de la india.
      Disputa donde salió perjudicada Venezuela por pérdida de territorio en el Esequibo.

      Una demostración infalible contra quienes pregonan que esos problemas, por lo lejanos no nos afectan. Y que ahora creen que el actual conflicto no es de significativo interés nuestro. Pues así como afecto los intereses venezolanos, en esa época, es altamente factible que el actual afecte los colombianos. Ya hay bastantes tangibles indicios de que así será.

       Afganistán, el mismo país que, años luego (siglo XX), fue invadido por Rusia debido a otros motivos y donde se dio otra situación similar a la con Inglaterra. Pero ya con los EE UU por el apoyo económico y armado prestado a las guerrillas afganas que combatían contra las tropas rusas invasoras. Las mismas que combatieron luego contra las invasoras norteamericanas. De donde tanto británicos como rusos y norteamericanos salieron con deshonor. Como otros casos de las paradojas de la historia.

       De tal forma que la gigantesca y poderosa federación de la URSS junto con el PV, con el caso ucraniano, explotó con categórico rechazo a las pretenciones. Tanto de su aliado ucraniano como de Europa y, detrás de ella, los EE UU. No totalmente en lo político e ideológico, pero si en lo militar, económico y cultural. Lo suficiente como para inquietar menos a la OTAN pero si preocupar mucho al mayor pais asiático, Rusia.

      Circunstancias que dieron oportunidad para que un inteligente y buen conocedor de estas maromas y manipulaciones internacionales, llegara al cargo máximo del poder ejecutivo ruso. Como la opción de dar confianza a un pueblo que comenzó a vislumbrar incertidumbre sobre su futuro como nación. Basado en el desgranamiento del grande, orgulloso y viejo imperio zarista y, después, la poderosa federación URSS.

       El plan propuesto, no tanto para restablecer la anterior URSS, aunque si llegara a ser factible no lo desaprovecharía, como se le ha presentado en nuestro medio, fue en primer lugar el fortalecimiento de su debilitado poder militar. Debido en parte por la pérdida de recursos bélicos rusos que quedaron en las naciones separatistas y antes hacían parte de sus fuerzas armadas. El descuido en que cayeron esos medios por reducido mantenimiento (como el que posiblemente causó la pérdida del submarino nuclear), la salida en venta de realización a otros países del mundo, incluída Colombia, y la desactualización de su propio armamento convencional. Ya que el no convencional si había mejorado, como ya se dijo, siendo su carta de salvación, para ese momento.

      El otro frente fue el político. Actuando en reacción y no por iniciativa, se concentró en imitar a su contrincante que le había, no tanto provocado pero si estimulado con respaldo ideológico, el desgrane de la URSS.
      Para ello reactivó el viejo plan que habían creado los padres de la revolución rusa con la famosa Organización de la Internacional Socialista, la Komintern. Para promover lo mismo que destruyó a la URSS en los países satélites, normalmente llamados aliados, de los EE UU. Aplicando las versiones modernas del comunismo, tales como el Socialismo y el Progresismo. En especial en el hemisferio Centro, Suramericano y Caribeño. Para que estos, al igual que como sus satélites occidentales se habían aislado de su influencia, se apartaran de la órbita de Norteamérica. Hasta el punto de implantar en muchos de ellos gobiernos partidarios de las nuevas ideologías socialistas, como lo estamos viviendo. Que es un paso indirecto pero importante para crear simpatías con Rusia. Como ya lo había logrado con Cuba y le fue muy útil.

       Durante la desaparición de la URSS, Rusia había tolerado que sus socios se le salieran de control. Porque, en forma individual, cada una de ellas podía ser fácilmente reincorporada, como sucedió con la invasión a Checoeslovaquia. O no era una pérdida significativa para su seguridad. Siempre bajo la promesa o expectativa de que no se pusiesen en su contra. En especial la ideológica y con ella la militar. Lo cual significaba, en primer lugar, no ser parte de la OTAN. Error de apreciación ruso que quedó claro durante las revueltas anticomunistas en Polonia lideradas por el sindicalista Lech Wałęsa que casi provocan la invasión de Rusia a Polonia.

      Lo más importante para Rusia era que eso no se diera en los países más importantes para sus intereses nacionales. O que, en caso que fuese necesario permitirlo, fuese de manera controlada, como lo hizo con Alemania. Después, en Polonia la situación ya fue lo contrario y le siguieron los demás países más pequeños. Ahora, se ha presentado el caso de Ucrania que les rebosó la copa.

      Cuando se dió una clara simpatía de su cereza en el pastel por el capitalismo de Europa Occidental, junto con un movimiento separatista prorruso dentro de Ucrania, con confrontación armada y con respaldo soviético, las cosas se pusieron calientes. Lo suficiente para que la joya de la corona de la URSS se aproximara a la OTAN, lo que menos quería y enojó a Rusia.

      En primer lugar, perdía ese importante territorial intermedio, separador y amortiguador de incidentes fronterizos. Como lo ya contado sobre Afganistán. Un espacio vital con expectativa de neutralidad. Por ello, muy conveniente para atenuar las tensiones entre Europa y Asia. Considerándose ya no como simple disputa internacional sino continental. Pues Rusia es el país más grande del Asia.
       En segundo término, la frontera de la OTAN llegaría hasta la cerca de su patio ruso.
Y, en tercer lugar, su enemigo se le aproxima demasiado y nuevamente, a su capital. Situaciones similares a las causadas por el ataque de las tropas de Napoleón, la invasión Alemana a Polonia con posterior guerra con Rusia. Y crisis de los misiles atómicos en Turquía. Algo para Rusia tan inaceptable como lo fue para los EE UU los misiles rusos en Cuba.

       De ahí la reacción firme de no aceptar ni siquiera discutir el tema. Por ser una alternativa calificada de no negociable.
      Rusia piensa que durante mucho tiempo han tolerado demasiado con las provocaciones de alto riesgo que los EE UU y sus aliados europeos le han lanzado. Pero este último intento de expansión de la OTAN, precisamente en un país que ha sido uno de sus mayores centros del gigantesco complejo industrial militar, no le es admisible.

       La situación se complica con los peligros propios del inestable pulso entre potencias. Donde ambos aproximan demasiado el dedo al disparador. Que podría ser el botón de lanzamiento de la cohetería balística intercontinental. Que, por supuesto, no es un espectáculo de inocuos fuegos artificiales y menos fatuos, ya no entre continentes sino para todo el mundo. Por eso las partes tienen que ser responsables y conversar con efectividad. No tanto para volver a poner en equilibrio las fuerzas sino para, si es posible, llegar a ser más aliados que enemigos. Sin ponerse a fumar eternamente y con descuido, dentro del depósito de la pólvora sentados, cada uno, sobre un barril. Que de explotar no sólo volará a ambos sino a todo el mundo.

      Conclusión.

      Por este proceso histórico, donde se combinan muchos factores geopolíticos tales como el patriotismo, la cultura, la economía, las ideologías políticas, las creencias religiosas, las tradiciones, los sucesos militares, los desarrollos científicos y tecnológicos, junto con deseos de apoderarse de territorio, además dominio y control de un pueblo sobre otro, es muy peligroso.

      Hasta por los factores sicológicos, diferencias lingüísticas y formas de vida, la situación actual era perfectamente previsible desde un lejano pasado. En especial desde la adopción de la ideología capitalista en Europa occidental expandiéndose a la oriental y la comunista en la URSS, que aceleró en tensión a partir de la caída del régimen zarista a comienzos del siglo XX.      Que ahora llega a otro de sus picos máximos con la rotura de la URSS y el deseo de dominio global de los EE UU.
      Mientras que detrás, en forma silenciosa, avanza con pisadas suaves pero muy firmes, la China.
       Solo bastó tan solo un siglo de maduración. Pero el proceso de siembra y floración venía desde mucho antes.

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