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Ciclorrutas improvisadas

     Por Diego León Caicedo Muñoz

     “Puede que seas capaz de engañar a los votantes, pero no a la atmósfera”, Donella Meadows.

      El caos vehicular en la ciudad de Bogotá cada día se torna más calamitoso y las soluciones no se avizoran en un futuro cercano. Las causas de la problemática se centran en el atraso de la infraestructura vial, el pésimo estado de la red de tráfico, aumento de la cantidad de vehículos particulares, sobre oferta de taxis, buses y busetas, pero irónicamente, no tenemos un sistema decente y óptimo para atender las necesidades de los capitalinos, finalmente y la más importante, la inoperancia de los alcaldes.  

      Denominamos a Bogotá; “la capital de la bicicleta en Latinoamérica”, por haber sido la pionera en la promoción de la bici como medio de transporte de recreación y ahí nos quedamos vanagloriándonos con ese título. Es cierto, desde finales de la década de los setenta, se dio inicio al exitoso programa ciclovía recreativa dominical, pero estamos en mora de replantear e innovar este modo de recreación y deporte.

      Traigo a cuentas el tema de la bicicleta, porque a razón de la fama que nos ganamos, queremos solucionar a punta de pedal un problema tan serio como la contaminación ambiental y Bogotá como gran urbe padece graves dificultades en este sentido. La industria aporta el 60% de las emisiones y las fuentes móviles el 40%, no obstante, el mayor impacto hacía la población, por la exposición directa y de cercanía la tiene el parque automotor. De este porcentaje, el 90% pertenece a vehículos diésel, buses y camiones. La Organización Mundial de Salud indica que, en Colombia al año, mueren 8.000 personas por causa del aire contaminado, siendo la población de niños, ancianos y mujeres embarazadas, la más vulnerable a padecer enfermedades respiratorias.

      La situación es compleja y demanda de una acción conjunta, entre el Gobierno Central y la Alcaldía Mayor de Bogotá para dar una solución variopinta y sostenible. Urge una planeación estructurada que abarque varios gobiernos, en donde se optimice la infraestructura vial, la malla de avenidas, el transporte público, la utilización de energías limpias en los automotores y por supuesto, la adecuación de ciclorrutas autónomas e independientes de la zona peatonal y vehicular.

      La alcaldesa Claudia López optó por la senda más simplista para solucionar el serio y delicado problema sanitario y ambiental, y redujo las maltrechas vías arterias de la ciudad con improvisadas ciclorutas. Adecuó de manera chambona más de 117 kilómetros, empleando unos separadores, eufemísticamente llamados maletines viales, para promover el uso de la bicicleta, pero contrario sensu, la mayoría de ellas no son utilizadas, ya que, los carriles quedaron con menos de un metro de espacio y no están bien delimitadas. Lo peor, es que no cumplen la normatividad del Ministerio de Transporte.

      Los trancones que generó esta brillante idea son monumentales, adicionalmente, el riesgo de accidentes a los que están expuestos los ciclistas y al aumento del hurto de bicicletas, que en lo corrido del año lleva 5.731 casos, 4% más comparado con el 2020, tienen ansiosos a los residentes en Bogotá.

     Como la ley 1811 de 2016, otorga incentivos para promover el uso de la bicicleta y como somos la capital latinoamericana de la misma, le salió como anillo al dedo la excusa a la alcaldesa para cerrar las calles y colocar a todo el mundo a pedalear.

Llegar a ubicar a Bogotá en el mismo plano de las ciudades europeas que están utilizando la bici como medio de transporte, no tiene punto de comparación, porque el nivel de desarrollo y la calidad de vida de esos países supera enormemente al nuestro.

Para colmo de males, la alcaldesa incluyó en el POT su adefesio de ciclorutas maleables. Según expertos, los perfiles viales se van a reducir de 100 metros a 90, y de estos, solo 13 serían carriles mixtos, en estos tendrían que circular vehículos públicos, particulares y motocicletas.

La Autopista Norte, según el POT, de 10 carriles pasaría a tener 4 carriles vehiculares, 2 carriles de transporte público, unos carriles más amplios de bicicletas, aproximadamente 3 bicicletas por carril y se ampliaría el paso peatonal. Este despropósito va a reducir en un 60% el tránsito de vehículos, sin generar una solución de fondo al problema ambiental.

Para rematar, se elimina la ALO norte, la continuidad de las Avenidas Boyacá, la Suba hasta Cota y las Américas hasta Mosquera. El proyecto de POT habla de cinco líneas de metro, dos Regiotram, siete cables y mejoras en cicloinfraestructura y espacio público, pero estos no estarán listos antes del 2028.

De acuerdo con los entendidos, no será fácil hablar de equidad espacial, ni de eficiencia de movilidad, mientras Bogotá no tenga una oferta variada, masiva y de calidad en transporte público.

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