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Después de un mes, queda claro la imposición de una ideología

     Por Diego León Caicedo Muñoz

     “Lo único que hizo el socialismo por los más pobres fue haberles traído suficiente compañía”, Lawrence Reed.

      Con la elección de Gustavo Petro como presidente, Colombia empezó a ser parte de la “Marea Rosa”, como lo denominó Larry Rohter, para no asociarla con el color rojo del comunismo. Este vocablo hace referencia a la fuerza que tomó en Latinoamérica la ideología progresista y socialista en contraposición al consenso de Washington, el mercado abierto y las privatizaciones.

      El socialismo es un sistema económico y social que centra sus bases ideológicas en la defensa de la propiedad colectiva frente al concepto de propiedad privada de los medios productivos y de distribución. Según algunos expertos es la antesala del comunismo.

      En 1996 el alemán Heinz Dieterich, formuló el concepto de Socialismo del Siglo XXI, como un socialismo revolucionario que se origina en la filosofía, economía y la lucha de clases marxista. La expresión se hizo famosa a nivel internacional cuando Hugo Chávez la mencionó en un discurso en el V Foro Social Mundial en el 2005. A partir de este momento el dictador enarboló esta bandera y empezó a desarrollarla en Venezuela a su acomodo, al igual que Correa en Ecuador, Morales en Bolivia y Ortega en Nicaragua.

      El giro al Socialismo del Siglo XXI en Latinoamérica constituye una amenaza para la democracia liberal, por el potencial autoritarismo y populismo infligidos por sus auspiciadores.

      Un estudio del Barómetro de las Américas de Lapop Lab del año pasado determinó que las personas cada vez más, apoyan menos la democracia y desconfían más de esta. Lo más sorprendente es que la gente mide la democracia según satisfaga los derechos básicos. En Colombia solo el 53% apoya la democracia, en contraste con 82% de Uruguay y 78% del Salvador.

     Impresiona también que, en nuestro país un 57% de los encuestados están dispuestos a sacrificar una democracia representativa por un régimen distinto, en el que tengan asegurados ingresos y servicios básicos. Como si fuera poco, aumenta la cantidad de personas dispuestas a aceptar un golpe del ejecutivo, para cerrar o limitar los demás poderes públicos, todo por cuenta de la corrupción.

      Este es el mejor terreno abonado para los candidatos populistas de extrema izquierda en Latinoamérica. Petro aprovechó la oportunidad y ahora como presidente impone su línea ideológica en tan solo un mes. Hasta el momento ha sido coherente con lo que prometió en campaña, de generar un cambio, utilizando para ello la lucha de clases, el odio y la ampliación del Estado, propias del Socialismo del Siglo XXI.

     Se esperaba que la transformación fuera más lenta, para evitar ahuyentar el capital privado y el caos económico, pero no fue así:

      Primero: al igual que Chávez, Correa y Morales, desmanteló de entrada la cúpula militar y policial, escudándose en que, con la paz total, ya no se requiere una fuerza pública fuerte, sino una que realice actividades humanitarias. Cuando él bien lo sabe, que en el corto y mediano plazo es imposible mediante concesiones con delincuentes llegar a una desmovilización total.

      Segundo: presentó al congreso una reforma tributaria que va más allá de cuadrar las cuentas fiscales. Detrás se esconde una afanosa lista de gastos en cumplimiento del fragor burocrático que implica ampliar el Estado.

       Tercero: aplicará capitalismo de Estado en el sector extractivo y de servicios públicos, elevando las sobretasas a las exportaciones de combustibles fósiles, para que Ecopetrol se adueñe de todo el negocio. Aquí no importa los aspectos técnicos, sino los lineamientos ideológicos, y para echarle más leña al fuego, aplicar la teoría del decrecimiento para hundirnos en la inopia. La probabilidad de una hecatombe económica y social es alta, si se prescinde del petróleo y los inversionistas buscan otros países. La fuga de capitales ya es un hecho.

       Cuarto: negó en campaña el famoso pacto de la Picota y su perdón social y es lo que hoy está cristalizando, ahora con el nombre de “paz total” con impunidad general. Una negociación con todos los criminales y narcos que se atraviesen, prometiéndoles condenas sociales irrisorias y no extradición.

       Quinto: No apoyó la condena de la OEA a la dictadura de Ortega en Nicaragua, buscando convertirse en el líder regional de la Marea Rosa. Respalda a la investigada por corrupción Cristina Kirshner, en contra de la autonomía de los poderes en Argentina, y se disgustó con el resultado de la consulta chilena sobre la no aprobación de la nueva constitución, manifestando que “revivió Pinochet”. Irrespeto total al pueblo chileno.

      Lo que sí está reviviendo es Chávez en la figura de Petro, privilegiando su ideología y materializando los postulados del Socialismo del Siglo XXI.

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