Nuestro propósito superior: Unidos para ser más fuertes.
Artículos de opiniónPublicaciones

El general José María Córdova, epónimo de arrojo, valor y patriotismo (Segunda parte)

La Estrella (Antioquia), 09 de diciembre de 2023

     Teniente coronel (V.F.P.) Ramiro Saldaña Amézquita

     Nueve de diciembre, día del Arma de Infantería.

    Decíamos en la primera parte, (2 de diciembre hogaño), al describir la semblanza de nuestro fogoso e intrépido soldado con grado de general José María Córdova, que en Chorros Blancos, entre Yarumal y Campamentos el 12 de febrero de 1820 derrotó el fuerte Realista asegurando la victoria contra Francisco Warleta, quien había sido designado por Don Pablo Morillo, en 1816 para reconquistar la Provincia de Antioquia, y quien a finales de 1819 y principio de 1820, por orden del virrey Juan Sámano se apoderó de la población de Remedios. Pero que en donde mostró su don natural en el arte de la estrategia de la guerra, fue en las batallas de Pichincha y Ayacucho.

    Veamos:

    A órdenes del “Gran Mariscal de AyacuchoAntonio José Francisco de Sucre y Alcalá, el 24 de mayo de 1822, tomó parte decisiva en la acción de Pichincha, que dio independencia al Ecuador.

    Las dos batallas que decidieron la emancipación del Perú, fueron: La de Junín, comandada directamente por Simón Bolívar a 6 de agosto de 1824 y la de Ayacucho, el 9 de diciembre del mismo año, capitaneada por Sucre; en esta última al frente de 5.780 hombres, junto con Sucre lucharon contra 9.310 realistas. (Es lo que dice la historia).

    Allá en la Pampa de Quinua, Córdova dio la orden de ataque, con esta voz jamás escuchada en campos de batalla: “División, Armas a discreción, paso de vencedores”; estas palabras vibraron como rayos entre aquel horizonte de pólvora y al son del bambuco colombiano que dejó oír su libertad. El gran mariscal de Ayacucho lo ascendió en el propio campo a general de división.

    De él dice el profesor López de Mesa, “El meridiano del Dios, pasó por el alma del joven guerrero americano y le hizo decir palabras de triunfo, nunca antes oídas de labios de hombre”.

    En el proceso contra Bolívar el 25 de septiembre de 1828, Córdova actuó como ministro de Guerra. Fue llamado a la cartera de la Marina, lo que consideró una frustración a su carrera militar. Lo anterior debido a las bajas intrigas tejidas contra el héroe, las que habían tomado cuerpo ante el Libertador. Esto lo hizo quejarse amargamente ante el Libertador y desdeñado por el hombre de su admiración, se separó de él y de sus compañeros con la furia de la desesperación

    En los hombres del temple de Córdova, no se sale de estos paroxismos sino para precipitarse en la venganza y Córdova se cegó y la Nueva Granada perdió a uno de sus hijos más excelsos. Desde Guayaquil, Bolívar se dio cuenta del estado de ánimo de Córdova y por eso le escribió diciendo:

    “Sea lo que fuere de los sentimientos que en Usted quede, no creo que nunca dejaré de amarlo como lo he hecho hasta ahora”.

    Habiendo aceptado en apariencia el ministerio de Marina y bajo el pretexto de saludar a su pariente, llegó a Rionegro el 7 de septiembre de 1829 y allí con altanera apostura, se plantó a gritos en la siguiente forma: “Viva la Constitución de Cúcuta, viva Colombia libre”. Brindó su suerte contra la del padre Libertador de la república.

    El coronel Francisco Urdaneta, se dispuso a sujetarlo lo que exacerbó más a Córdova, notificándole que lo fusilaría si no le entregaba la plaza de Santa Helena. Así fue como el 21 de septiembre, Córdova se dirigió al Libertador en los siguientes términos:

    “No es mi ánimo atacar a Vuestra Excelencia, pero sostendré la libertad con la última gota de mi sangre, aunque me sea muy doloroso dirigir las armas contra Vuestra Excelencia”.

    Fue entonces cuando el consejo de ministros, envió al general Daniel Laurencio O´Leary, para someter a los insurrectos con Córdova a la cabeza.

    El coronel Manuel Montoya, trató de inclinarlo pasivamente pero el héroe de Ayacucho no estaba en tónica de convenios por lo que reunió 400 voluntarios y ofreció guerra al general Daniel Florencio O´Leary y al coronel Montoya. Cuando éste le manifestó a Córdova que le era imposible vencer, el envalentonado general le respondió que no era imposible morir y ordenó a sus tropas acudir al encuentro del general O’Leary hacia el Santuario y ofreció su triunfo a su amada Fanny Árdenson, hija del embajador británico. Nunca aceptó un convenio pacífico en esta batalla insinuado por el General O’Leary y tres cuartos de hora bastaron para el destrozo del improvisado contingente al mando de Córdova.

    Allí el general Córdova luchó desesperadamente. Pudo salvarse, pero no lo quiso hacer; recibió graves heridas, fue llevado a una casa vecina y recostado en un rústico cajón gramero, en donde el Irlandés Ruperto Hand, con un bárbaro sablazo le abrió la cabeza y luego le tronchó los dedos cuando alzó la mano para defenderse, un tercer sablazo lo dejó exánime.

    Como se ha expuesto al principio del presente cometario tomado de un biógrafo del general José María Córdova, entenderemos su espíritu revoltoso según la siguiente anécdota:

    Dicen que un día el general Córdova se arreglaba ante un espejo el lazo de su corbatín y en un arranque de vanidad al verse joven, bello, victorioso y grande, exclamó: ¿Qué me falta?, Estoy sano, fuerte, es mi figura arrogante, la gloria me ha coronado desde mi adolescencia, tengo títulos y poder. ¿Qué me falta? Juicio mi general, juicio, murmuró el sirviente que se hallaba a su lado.

    Verdad o fábula, esa anécdota hace por sí sola la biografía del héroe. Así como los refranes son la quina esencia de la sabiduría popular, esos cuentos bravos, falsos a veces, pero siempre verosímiles, son también a manera de bocetos que hace el pueblo de los hombres extraordinarios por algún aspecto.

    En la anterior anécdota está Córdova con sus rasgos prominentes. Él tenía todo eso: Atractivo físico, buena fortuna, ímpetu de presunción y falta de cordura. Por eso no consintió que le quitaran el mando de las tropas para relegarlo a una jefatura de Marina.

    Con razón como se ha escrito (breve reflejo de lo divino y humano de este hombre), nuestra querida Escuela Militar de Cadetes lleva el nombre de este bizarro general, orgullo de nuestro Ejército y fiel representación de nuestros soldados de Infantería.

rsaldanaa@hotmail.com

Deja un comentario

Este sitio web utiliza cookies. Puede ver aquí la política de cookies.    Más información
Privacidad