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Históricamente el Estado ha tenido dinero para todo y para todos, pero jamás para sus soldados.

     Edgardo Agudelo Aguirre

     Campesino, Veterano Soldado Voluntario, Ing. Mecánico.

     En este breve artículo realizaremos un viaje que tiene una duración de 20 años, pero no te asustes, en el, te enteraras de una realidad más de muchísimas que nuestra mágica Colombia tiene y mantiene ocultas, sentirás en este viaje felicidad, tristeza, asombro e impotencia, verás nuestro entorno de trabajo a través de los ojos, los pies, el corazón y las emociones de un soldado.

     El viaje inicia cuando cumplimos 18 años, los diferentes jóvenes de nuestra mágica Colombia podemos optar, o no, por estudiar carreras universitarias, si pudimos terminar el bachillerato, y esto depende directamente si nuestros padres poseen los recursos económicos necesarios para matricularnos y sostenernos durante cinco o más años en la universidad, de lo contrario debemos aprender a trabajar y así aportar dinero a nuestros núcleos familiares.

     Por normas de tiempos pasados se debía tener libreta militar para acceder formalmente a la empleabilidad, pero al no tener este requisito “libreta militar”, nos vemos obligados a realizar trabajos en la informalidad, dignos como todo trabajo, pero mal remunerados y sin prestaciones sociales.

     Luego, el entorno nos muestra que podemos elegir trabajos ilegales, donde se gana mucho dinero y fama sin necesidad de estudiar y hasta despectivamente este mismo entorno nos da ejemplos de casos aislados, poco comunes de algunas personas que han logran llenarse de riquezas, y generar grandes empresas prácticamente de la nada.

    Entonces toda la carga de nuestra situación recae en nosotros mismos, sintiéndonos culpables por nuestro origen y circunstancias. Muchos de nosotros continuamos con el deseo de trabajar en la legalidad, pero es muy difícil sin estos títulos y requisitos.

     Aún así, seguimos intentando tener un mejor futuro, ingresamos a las Fuerzas Militares de Colombia y de Policía, con el fin de obtener uno de los muchos documentos requeridos para la formalidad laboral.

    Somos reclutados, después de pasar una cantidad de minuciosos exámenes psicofísicos, donde siempre debemos estar al 100% y nunca haber cometido delitos, ingresamos entonces como soldados, regulares, o bachilleres. No nos piden estudios académicos y si sobrevivimos los diferentes tiempos de servicio militar, nos darán la anhelada tarjeta de identidad militar, la misma que nos permitirá regresar a la sociedad a buscar trabajo.

     Al interior de las diferentes Fuerzas, somos entrenados fuertemente, pues así debe ser. También somos tratados como no humanos por algunos políticos y comandantes, repito, no todos.

     No tenemos un sueldo cuando prestamos servicio militar, tan solo una bonificación para adquirir elementos básicos de aseo, el Estado nos provee alimentos, ropa de trabajo, el alojamiento y posteriormente equipo de campaña para trabajar en nuestra inmensa oficina, que es todo el territorio nacional.

     Si sobrevivimos como ya dije, se nos da la opción de continuar como soldados voluntarios en su momento, o soldados profesionales en la actualidad.

     En este punto te hablaré de nuestra oficina, este mágico lugar de trabajo está conformada por miles de hectáreas cuadradas, que van desde la Guajira, hasta el Amazonas y desde Vichada hasta Nariño. Nuestro aire acondicionado es el aire puro de nuestras selvas y bosques de niebla, los adornos y equipamiento son las flores de orquídeas y bromelias.

      Nuestras sillas son el suelo mismo tapizado de fragantes hojas secas, nuestro espacio de trabajo está cubierto por el espacio infinito, acompañado de un gran satélite natural y luces multicolores en las noches. En el día nos cubre el reactor atómico más cercano a nosotros, el sol, eventualmente las nubes y las lluvias nos refrescan, y aquí pasamos 24 horas al día, durante 365 días al año, durante 20 años.

     No vemos nacer, ni crecer a nuestros hijos, no tenemos horas extras o dominicales, trabajamos tres turnos diarios, protegiendo a cada uno de nuestros compatriotas, protegiéndote, sin discriminar a ninguno por su ideología política, teológica o género, siempre respetando tu origen o etnia.

     Nuestros jefes políticos no han sabido ubicarnos legalmente. Lucimos un uniforme, pero nuestro sueldo es el más paupérrimo del ministerio de Defensa Nacional. Existen vacíos jurídicos tan graves que dan a entender que no somos militares.

     Nuestro subsidio de vivienda es el más bajo que existe en nuestra honorable y victoriosa institución. Nuestras pensiones de retiro son las más bajas también, y ni que decir de las pensiones por discapacidad, pensiones por invalidez que obtenemos cuando nuestro lugar de trabajo nos causa enfermedades, o nuestro cuerpo mismo se enferma,  o si somos heridos, mutilados y asesinados por los diferentes grupos terroristas de nuestro mágico lugar de trabajo.

      No culpamos y no culpo a un ser humano por nacer en este país o en otro, en una familia u otra, en un estrato socioeconómico favorable o desfavorable, pues no elegimos, solo nacemos, y nosotros los soldados, luchamos por cambiar nuestro entorno día a día, y para ello damos lo único de valor que tenemos, nuestras propias vidas.

      Legalmente no podemos ser reubicados a diferencia de los oficiales y suboficiales que pueden pasar a ocupar puestos administrativos. Tampoco ascendemos en rango. Enfermamos, y después del tratamiento médico, somos calificados perdiendo siempre una porción de ese 100% que teníamos cuando fuimos reclutados, pues legalmente somos retirados. Ya no somos útiles.

      Ahora bien, si nuestra discapacidad es calificada en 50% o más, podemos gozar de la pensión más baja dentro de nuestra amada institución, un salario mínimo y de este salario se nos descuenta el derecho a tener servicios médicos, y así, quedamos ganado menos de un mínimo para vivir el resto de nuestras vidas, padeciendo gran variedad de enfermedades permanentes.

     Nuestros comandantes sin duda no crean las normas, pero duran más tiempo en la institución. Ellos pueden ascender y ocupar cargos administrativos, también entran y salen de nuestra oficina en nuestros 20 años de servicio, en ocasiones algunos comandantes nos dan el honor, de limpiar las piscinas, lavar los trastes en el casino de algún batallón, o ser escolta o conductor, en estas funciones podemos descansar un poco de la soledad, de las inclemencias del clima, pero este honor es momentáneo y a muy pocos soldados se les otorga.

     Para concluir este viaje en el que nos acompañaste, te damos las gracias pues en este corto relato te enteraste de cosas que desconocías y debo agregar que cuando un soldado reclama, equidad salarial, equidad prestacional, el Estado por medio de sus administradores nos responde que ellos están enterados, que también son soldados y que dan la vida por nosotros, pero que no hay dinero, y como todo buen padre nos dan consejos respetuosos; que no seamos ambiciosos, inconformes y que no generemos odios por estar reclamando cosas económicas.

      Hay dinero para todos, menos para nuestros honorables soldados

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