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Importante que Colombia conozca la memoria histórica del conflicto interno de nuestro país.

La Estrella, (Antioquia), 01 de diciembre de 2022

      Teniente Coronel (VFP) Ramiro Saldaña Amézquita

     Prima facie, es importante saber la fuente de quien escribe la historia; de entrada hay que decir, que cuando aquella es trazada por la mano del gobierno, la historia se acomoda a los intereses del mismo. Poco hay que agregar al tan cuestionado informe de la Comisión de la Verdad”, más parece poesía que verdad, por decir lo menos.

       Es la diferencia entre historiadores y poetas; los primeros describen la verdad, los segundos, el deber ser.  En este particular, la Sentencia C-116-21, (num. 183), expresa y reitera que el “Estado no se puede apropiar de la Verdad”; sin embargo el mismo Estado Colombiano sin escrúpulo alguno, se arrogó el derecho de contar lo que consideró era o es la verdad del conflicto en Colombia. Es aquí en donde radica el gran equívoco que de no aclararlo, aunque sea tardíamente, seguirá causando daños irreparables a este “Estado social de derecho”.

       La historia (por definición), no puede mentir y quien la escriba o la cuente mal, no es más que un irresponsable y peligroso socarrón. Apunta lo anterior a expresar que lo ocurrido antes, en, y después del mal llamado proceso de paz, no fue más que un arreglo engañoso para conseguir canonjías de toda índole a costa de la buena fe del pueblo colombiano, y eso es justamente lo que debemos evitar para impedir que no se repita con el Eln, el disparate (de los mal llamados acuerdos) cometido con la Farc, en lo que hoy no se sabe, quienes son las disidencias, si quienes siguen con su primigenia práctica delictiva para conseguir un objetivo estratégico político, o quienes están (literalmente sentados) en el congreso gozando de prebendas, también con el mismo objetivo político, (la toma “total” del poder porque ya en gran parte la tienen) o ninguna de esas dos facciones.

      Por lo anterior y estando compartiendo esta historia, moralmente no podemos callar. Corresponde entonces describir tal cual han sucedidos los hechos relacionados con el conflicto interno de Colombia, por lo menos en los últimos 50 años. Para ello es menester recurrir a quienes han demostrado con hechos precisos de tiempo, modo y lugar los acontecimientos de esta barbarie contra el pueblo colombiano y las estrategias para llegar al objetivo final: ¡La toma del poder!.

       Mucho se ha escrito sobre el tema, escritos que van desde ensayos, hasta tesis de grados, (muy buenas por cierto como es la de Jerónimo Ríos Sierra, “La Geografía de la violencia guerrillera en Colombia 2012-2020”), que toma datos de diferentes fuentes en donde, (grosso modo), unos, describen, estadísticas de los asaltos perpetrados por los grupos guerrilleros, mientras otros, se centran en las causas que han originado estas violentas masacres, y sin desconocer el valor e importancia de estos trabajos investigativos, en mi sentir, no alcanzan a visualizar el plan estratégico  adoptado por estas organizaciones delictivas en su empeño como ya decíamos antes, de tomarse el poder combinando todos los medios de lucha que estén a su alcance..

      Es momento entonces de hacer mención a la Fundación Excelencia Liderazgo y Transformación, “Fundelt, para demostrar lo que en el párrafo tres de este escrito se pretende. O sea, demostrar al pueblo colombiano de manera fehaciente, con profesionalismo, conocimiento de causa y valor patriótico la importancia de conocer la “memora histórica aún no contada del conflicto en Colombia”, como llaman las presentaciones diarias dirigidas por el señor teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido, (fundador y presidente de la Fundación, estratega geopolítico, consultor Internacional en defensa y seguridad nacional), acompañado de otros distinguidos Señores oficiales del ejército de Colombia entre ellos, los coroneles Iván Darío Gonzalez Urán y Eugenio Alarcón Corredor, quienes de manera impecable han realizado hasta la fecha de escribir esta nota,  247 presentaciones (cada una de dos horas), relacionadas con episodios de masacres, asesinatos y genocidios contra la población civil y la fuerza pública con daños colaterales a la fauna, flora, especies ictiológicas e intangibles (destrucción de la cadena trófica), difíciles de medir, mas no, sus efectos nocivos, destrucción de la infraestructura nacional, oleoductos y quema de archivos públicos  a manos de los grupos narcoterrorista de la Farc y del Eln.

      Sin contar los efectos psicológicos que de por vida quedan cuando la población es despertada con una “serenata”  de ráfagas de ametralladora .50, disparos de fusil, tiros de morteros y bombas explosivas.

       La cita anterior relacionada con la presentación, estudio y análisis de estos sangrientos episodios, muestra con claridad que todos y cada uno cumplen el delineamiento estratégico para alcanzar el objetivo ya mencionado.

      Veamos de una manera muy general (es decir, sin entrar en detalle), la geografía en donde se han producido los ataques y masacres de los grupos guerrilleros, sus ejes de avance y asentamiento, para demostrar (según el estudio del equipo de trabajo de Fundelt), que Colombia está sitiada.

      Éstos se han producido a lo largo de las tres cordilleras; la occidental que inicia en el nudo de los Pastos (en el sur occidente del país y se extiende (recorriendo todo el pacífico), hasta el Nudo de Paramillo.

       La central que también nace en el nudo de los Pastos, sigue un recorrido paralelo a la anterior y muere en el valle del Caribe, la rodea el río Cauca por el occidente y el Magdalena por el oriente; por último, la oriental que nace en el macizo colombiano (también en el sur del país), se recarga en la zona andina y muere en la serranía de los motilones y del Perijá. A lo largo de estas cordilleras y en los departamentos que las ocupan, operan los frentes occidental y noroccidental de la Farc.

       Si nos trasladamos al oriente y sur colombiano encontramos copados todos los departamentos por los bloques de la Farc (¿disidencias?), como por ejemplo, el bloque sur en Caquetá y Putumayo, bloque oriental en Meta, Guaviare, Vaupés, Guainía Vichada, Arauca, más al norte por Bolívar y Santander el bloque del Magdalena Medio, y en la Guajira, el bloque norte.

      Me disponía a terminar este artículo comparando los episodios de barbarie de los ataques cometidos por el grupo terrorista del ELN, presentados por FUNDELT, con el del estudio de la “Geografía de la violencia guerrillera en Colombia”, y llega una información que coincide perfectamente con las expuestas anteriormente, en donde se ve claramente que la organización terrorista del Eln, opera en las regiones nororiental (Guajira, Magdalena, Cesar, los Santanderes), en los llanos orientales (Arauca, Casanare, Vichada), en la región andina y parte del caribe (Córdoba, Sur de Bolívar, sur de Córdoba, Norte del Tolima), en la región pacífica (Chocó, noroccidente del Valle), y en el  sur occidente (Cauca, Nariño y Putumayo).

      Sin hacer alusión a las milicias urbanas y células infiltradas a las instituciones.

      Como puede verse, la presencia, acciones y ejes de avance, de la guerrilla obedecen a un plan que conlleva la visualización de los corredores estratégicos de escape y reaseguramiento logístico mediante el comercio cocalero, (que alcanza a regular la revaluación de la divisa, en nuestro caso el dólar y crear burbuja económica como dicen los economistas), dado que los secuestros, extorsiones, robos de ganado, asaltos a los bancos y otros, los consideran recursos de mínima cuantía para el cumplimiento de su propósito: ¡La toma del poder!.

      Más cuando el estado colombiano les facilitó el negocio cocalero, al considerar que la subversión subsume el delito de tráfico de estupefacientes.

      El programa diario de “Memoria histórica aún no contada del conflicto en Colombia”, presentado por Fundelt, además de mostrar la táctica empleada en los asaltos guerrilleros y su descomunal barbarie, busca develar el plan estratégico de los grupos narcoguerrilleros  y dar a conocer al pueblo colombiano las nocivas consecuencias políticas (al no combatirlos) y la supina ignorancia o irresponsabilidad de nuestros gobernantes que parece no querer acabar este flagelo, causa principal de la violencia que lleva consigo el atraso económico y desequilibrio social, especialmente en zonas fronterizas.

      Casi ningún acuerdo político entre el gobierno y organizaciones terroristas en Colombia, ha servido para alcanzar la paz. Por el contrario, ha sido el combustible para avivar la violencia y el perfecto mecanismo para disimular la claudicación del estado frente a estas organizaciones narcoguerrilleras; éstas han impuesto las condiciones en cada “negociación” y han salido fortalecidas.

     Uno no entiende la razón por la que los gobiernos colombianos, con la mejor y más experimentada Fuerza Pública del mundo en guerra de guerrillas, no haya sido capaz de combatir esta plaga.

      rsaldanaa@hotmail.com

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