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La democracia, el camino para llegar a la dictadura

      Por Diego León Caicedo Muñoz

     “La peor de las democracias es mil veces preferible a la mejor de las dictaduras.” Ruy Barbosa.

      Hasta hace unos años las democracias caían víctimas de un golpe militar o de una incursión insurgente, actualmente las armas son muy poco utilizadas para acceder al poder. La destrucción de la democracia se origina en sus propias entrañas, irónicamente por culpa de los votos. Así lo asimilaron los tiranos a través del nacionalismo y el populismo, como Vladimir Putin, Daniel Ortega y Hugo Chávez.

      Los militares descontentos y la insurrección armada han sido sustituidas por las urnas, pero con una intención perversa que esconde mecanismos calculados de control. Así las cosas, no hay mejor camino para llegar a una dictadura que la democracia, se demora más, pero es el más expedito.

      El caldo de cultivo de los candidatos con perfil autoritario es la insatisfacción popular ante la problemática creciente en salud, educación, empleo, seguridad y corrupción. Aprovechan el terreno abonado para llegar como los mesías salvadores.

      La mejor estrategia utilizada por estos miserables para embaucar al pueblo es el populismo, desgracia que no solo afecta a las pobres y frágiles naciones democráticas, sino también a sistemas consolidados, como Inglaterra, Rusia y Estados Unidos, no hay que olvidar a Donald Trump. Si la ola populista perjudica a los más fuertes, que se espera para el resto.

       Los medios más comunes empleados por los autócratas populistas para extinguir la democracia son; primero: cambiar la constitución con la intención de reelegirse indefinidamente, con esta jugada derrumban el sistema de pesos y contrapesos, y centralizan todos los órganos del poder en cabeza del tirano.

       Segundo: combinar el odio con el miedo, mezcla perversa que arrastra adeptos y polariza a la población. Para complementar la amalgama, emplean el victimismo como estrategia para achacarle todos los males a los demás, los Yanquis, la oligarquía, la burguesía, en fin.

       Tercero: utilizar mensajes populares que encajen en el sentir del pueblo, para ello se valen de canales alternativos, porque manifiestan que los medios de comunicación están en manos de las élites. La tarima pública, las redes sociales y los medios de comunicación estatal son los propios. Recordemos al difunto Hugo Chávez cantando y haciendo chistes, y a él también la expresión, “ayer el diablo estuvo aquí, huele a azufre” en la sede de la ONU, para referirse al Presidente George Bush.

       Cuarto: Difundir falsas noticias de forma masiva, el populista es un mitómano por naturaleza, la verdad es sustituida por lo que sea, no importa que el argumento sea un absurdo, si alguna persona lo refuta, cuenta con un séquito de lisonjeros que salen a defender la posición de su liberador de la manera más agresiva posible.

       Quinto: Amañar las elecciones, se celebran los procesos electorales, pero acomodan la organización de los mismos para favorecer al partido de gobierno, así ningún otro partido puede ganar, ni en el ejecutivo, ni en el legislativo, con este gran logro los jueces son acomodados al final.

        Sexto: Desprestigiar las instituciones para apoderarse de estas, requiere de una campaña de publicidad muy fuerte para convencer al pueblo de que la institucionalidad vigente es inútil y requiere ser transformada. Un ejemplo, la Asamblea Nacional Constituyente inventada por Maduro para marginar a la Asamblea Nacional de Diputados, de mayoría opositora.

       Colombia no podía estar al margen de esta carrera por el autoritarismo, propósito que se viene fraguando desde hace rato con el apoyo de la triada Rusia, Irán y Venezuela. El candidato que le sirve a estas huestes es Gustavo Petro, quien empuñó las armas para llegar al poder y ahora utiliza la democracia para alcanzar el despotismo.

       Es tan evidente la admiración de Petro por el presidente ruso y su forma de regentar el poder, que no fue capaz de reprochar la criminal invasión de Putin y, por el contrario, manifestó, “que Ucrania, ni que ocho cuartos”, como una forma de apoyar el execrable crimen, claro no le conviene en campaña demostrar su connivencia.

      Recomiendo dos libros bien interesantes sobre este tópico, el primero, “el pueblo contra la democracia”, del politólogo, Yascha Mounk, uno de los pioneros en alertar sobre esta deplorable argucia.  

        El segundo, “la revancha de los poderosos”, de Moisés Naim, el autor habla del uso combinado de las tres P, Populismo, Polarización y Posverdad. Esta última, como la manipulación de la información y la distorsión de los hechos.

       Según Naim, el peligro en Latinoamérica con este tipo de dictaduras, es que el aparato estatal se convierte en una empresa criminal, como pasa con el régimen de Nicolas Maduro en Venezuela o en Rusia con Vladimir Putin. No es solo para enriquecerse, sino para utilizar los recursos, tácticas, trampas y estilos que se usan en el crimen organizado.

 

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