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La suerte no está echada

      Por Diego León Caicedo Muñoz

       “La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes”, Charles Bukowsk.

        Alea iacta est, es una locución latina que significa la suerte está echada. Se utiliza cuando se ha hecho algo que implica un punto de no retorno, una vez hecho, no hay vuelta atrás. Esta frase se atribuye a Julio César, que la habría dicho momentos después de cruzar el río Rubicón con sus legiones.

       El río tenía especial importancia en el derecho romano porque a ningún general le estaba permitido cruzarlo con su ejército en armas. A pesar de haber dudado, lo atravesó para dar valor a sus hombres. Julio Cesar sabía que iba a cometer un gran error, una vez tomó la decisión, ya no pudo retroceder.

       El próximo 19 de junio los colombianos tomarán una decisión supremamente importante para la vida de todos, como es la de elegir al nuevo presidente, especialmente, porque tenemos un régimen presidencial. A diferencia de Julio Cesar aún no se ha atravesado el Rubicón y, por lo tanto, la suerte no está echada. De nosotros depende escoger a un tirano que nos conduzca al comunismo o a un demócrata que mantenga la democracia con sus imperfecciones.

       En un estudio reciente realizado por el Instituto del Cerebro y la Creatividad de la Universidad de California se demostró que las ideas políticas fuertemente arraigadas en el cerebro son difíciles de modificar, incluso frente a argumentos muy sólidos. El cerebro es capaz de identificar como riesgosas las opiniones contrarias a los preceptos políticos afincados, y pueden llevar a enfrentamientos y rupturas que se salen de la interpretación lógica. Condiciones que generalmente son generadas por el ideario político.

         Las creencias políticas pueden llegar a relacionarse como parte integral de cada persona y por eso son difíciles de cambiar. Muchas de las personas que votaron en primera vuelta por Gustavo Petro fueron objeto de la sugestión impuesta durante cuatro años, mediante el falso discurso de la lucha de clases. Perorata que fue acompañada de manifestaciones vandálicas, para inocular el odio a la institucionalidad, a la derecha y al establecimiento corruptor del cual hace parte Petro. Y de paso a todo el que piense diferente. Los petristas furibundos seguirán votando por su candidato, no hay nada que hacer.

       Los que lo hicieron en primera vuelta movidos por un cambio de corriente ideológica, artos de la corrupción y a todo lo que oliera a Uribe, quedaron sin este sustento con la llegada a segunda vuelta de Rodolfo Hernández.

         Estoy seguro que estos últimos electores y los que votaron por los otros candidatos en primera vuelta, que no se dejaron llevar por la pasión, sino por la razón, actuando con la corteza cerebral como sustrato, tomaran este domingo una decisión trascendental en favor de Colombia, basados en los siguientes argumentos:

       Primero: Gustavo Petro representa el continuismo, las viejas mañas politiqueras y la corrupción. Se alió con los sátrapas de la politiquería para poder llegar al poder, junto con incitadores de odio y desprestigio, como el español Xavier Vendrell y el ecuatoriano Vinicio Alvarado Espinel, condenados judicialmente en sus respectivos países. El primero, militó en el grupo terrorista Terra Lliure, y el segundo, asesor del expresidente Rafael Correa y Cristina Kirchner procesado por soborno. Los petrovideos lo terminaron de desenmascarar.

        Por el contrario, Rodolfo Hernández, no tiene maquinaria política, en su grupo de apoyo no hay ningún delincuente, ni politiquero, no incita al odio y no pertenece a ninguno de los polos políticos de Colombia.

         Segundo: Gustavo Petro quiere ganar las elecciones a las buenas o las malas, desde ya no quiere aceptar los resultados de las elecciones, obviamente, si pierde él. Para a ello ya organizó las primeras líneas para estallar a Colombia en caso de perder. Hernández no tiene problema y acepta la decisión que tome el pueblo.

       Tercero: la verdadera intención de Petro es montar el socialismo del siglo XXI en nuestro país, es la joya de la corona de Latinoamérica que falta por caer en las garras del comunismo. Miremos al vecindario, el último fue Chile y esperamos que Colombia no sea el siguiente.

      Todavía el grueso del pueblo colombiano no hace parte del típico perfecto idiota latinoamericano, que cree que los culpables de los problemas de nuestras naciones son la burguesía y el imperialismo, que somos pobres porque ellos son ricos, y que Cuba es el paradigma social que se alzó contra el neoliberalismo.

      Mientras tanto, preocupa la situación de los indígenas presionados por los grupos guerrilleros y los políticos adeptos al Pacto Histórico, para que voten por Petro. Ya asesinaron al primer líder por oponerse a esta ignominia criminal, y no pasa nada.

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