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Las palabras tienen poder y causan daño

          Por Diego León Caicedo Muñoz

“Nada podrá medir el poder que oculta una palabra”, Alex Grijelmo.

      Las palabras tienen ese gran potencial de incidir en el comportamiento de las personas y eso lo saben y lo manejan muy bien los políticos. Estos, mediante sus discursos grandilocuentes tienen el poder del convencimiento, sea para bien o para mal. El presidente Gustavo Petro como político populista es un experto en esta materia y gran parte de su éxito para llegar a la presidencia se fundamentó en la demagogia clásica. Desafortunadamente, ese poder de la palabra le está causando un gran daño a la economía colombiana.

      Las palabras, así parezcan poco trascendentales, cuando provienen del presidente de una nación, siempre generan reacciones. No ha completado los 100 días de gobierno y sus disparates han causado un maremágnum económico que está llevando al país a la debacle.

      La Tasa Representativa del Mercado ha ubicado el cambio de un dólar a casi 5 mil pesos colombianos, esta devaluación de nuestra moneda en relación con el dólar estadunidense obedece a factores externos e internos. Si bien es cierto que, el dólar se ha venido fortaleciendo en todo el mundo como consecuencia de la incertidumbre originada por la invasión a Ucrania, la lenta recuperación de las cadenas globales de suministros, los vientos de desaceleración y recesión mundial, que son comunes a todos los países. También es cierto que, a la devaluación del peso colombiano han contribuido las expectativas generadas por el presidente Petro y sus ministros.

       Según Pedro Medellín, “los mercados reaccionan y se mueven por las expectativas que se forman los agentes económicos sobre lo que será el futuro de la economía de un país”. De acuerdo con Medellín, “el problema está en que, una vez que unas expectativas concretas se han instalado en la mente de los agentes, determinan sus decisiones. No hay una fuerza más difícil de redireccionar o cambiar que la que han producido esas expectativas”.

       Los agentes económicos perdieron la confianza en este gobierno, ya que el escenario es el cambio del modelo económico actual y se acentuó aún más con las declaraciones de la ministra activista de Minas y Energía de detener la exploración y explotación de petróleo y gas.

      A la par, las limitaciones a la Policía Nacional, las garantías para los grupos criminales y un proyecto de reforma tributaria que ahorcará a los inversionistas nacionales y extranjeros han aumentado además la desconfianza. En una situación de recesión mundial no es el momento de hacer una reforma tributaria. Es colocarle más trabas a la inversión.

       J. P. Morgan, confirma lo expuesto y manifiesta: “que los mensajes del presidente y su ministra son las responsables de la volatilidad en el mercado y la incertidumbre en el plano económico local”.

     El cambio de modelo económico se direcciona a quebrar la economía de mercado, para darle paso a un Estado intervencionista, base de un sistema socialista.

      Desde cuando Petro asumió la presidencia, la devaluación del peso colombiano es una de las más altas, acercándonos al peso argentino, que tiene una economía despelotada debido a la inestabilidad macroeconómica de los últimos años.

      Muchas personas no le prestan atención a la devaluación de nuestra moneda, porque piensan que solo afecta a los que viajan al exterior o a los que importan, pero la realidad es que nos afecta a todos en general.

       A los exportadores que, generalmente resultan ganando con la devaluación, también los afecta por la compra de los insumos de producción importados. La canasta familiar tiene igualmente un componente de bienes importados de cerca al 40%, subiendo palmariamente los alimentos. La inflación afecta más a los hogares de bajos ingresos, en el entendido que, una alta devaluación deteriora aún más la distribución del ingreso, agravando la desigualdad social. En la medida que el peso colombiano pierda valor, el pueblo se vuelve más pobre, perdiéndose el poder adquisitivo de las familias.

       Para terminar una reflexión muy oportuna de Amylkar Acosta, experto en temas minero energéticos, a propósito del desatino del presidente de acelerar la transición energética de la noche a la mañana, causándonos tremendo barullo económico:

     “cada país se ha de dar su propia hoja de ruta de la transición energética, consultando sus especificidades y peculiaridades. La estrategia a seguir, por tanto, difiere de un país a otro. La línea de base de la que parten cada uno de ellos es determinante. Hay una enorme diferencia, entre aquellos países que dependen de la importación del petróleo, del gas y el carbón para proveerse de los mismos y otros que, como Colombia, dependen de la producción y exportación de los mismos”.

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