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Le llegó la hora a la izquierda

      Por Diego León Caicedo Muñoz

      “No niego los derechos de la democracia, pero no me hago ilusiones respecto al uso que se hará de esos derechos mientras escasee la sabiduría y abunde el orgullo”, Henry F. Amiel.

      El próximo 7 de agosto de 2022, recibe como mandatario de los colombianos, el economista Gustavo Petro Urrego, elegido en las urnas por una parte de los colombianos. Deja la presidencia Iván Duque Márquez, y a quien su gestión no se le puede calificar en blanco y negro. Como estamos y seguiremos en una polarización excesiva, muchos tildan al presidente saliente como el del peor gobierno y muchos otros, como el del mejor de todos los tiempos.

      No conozco un gobierno democrático que haya sido tremendamente malo, como tampoco, uno perfecto. Siempre hay errores, unos con mayor incidencia que  otros. Ni lo uno, ni lo otro, todo extremo es nocivo.

       Hay que aceptar que se presentaron muchas fallas en la conducción de la nación. La corrupción continua intacta, los niveles de desigualdad no mejoraron, el narcotráfico persiste en su camino destructor y la inseguridad nos ronda permanentemente. Pero también hay que reconocer la buena labor que desarrolló la administración saliente, producto de una construcción progresiva de varios gobiernos.

      Colombia se destacó respecto de sus vecinos en el índice global de resiliencia frente a la pandemia, dándole el manejo adecuado, a pesar de la incertidumbre generada por la oposición. De la misma manera, sobresalió en la recuperación económica, con una proyección de crecimiento por encima del 6,5%, por último, se obtuvo logros en materia ambiental y de infraestructura.

       El nuevo gobierno tiene retos en todos los frentes; salud, educación, seguridad, empleo, infraestructura, corrupción y muchas otras más. Es la primera vez que en nuestro país un representante de una izquierda férrea, llamada por ellos progresista, asume las riendas del ejecutivo nacional.

       América Latina ya había incursionado en esta tendencia ideológica, faltando únicamente Colombia por entrar a los países que se inclinaron por esta corriente. Un triunfo en octubre de Lula Da Silva dejaría a las siete naciones más pobladas de Latinoamérica y sus seis mayores economías en manos de la izquierda.

      Con esta experiencia que empezaremos a vivir a partir de la semana entrante, esperamos haber agotado la etapa de los extremos. Es imprescindible tomar conciencia en estos cuatro años venideros y prepararnos para escoger unos dirigentes que no polaricen más a los colombianos, que, en vez de seguir alimentando odios, unan a los ciudadanos a través del servicio social y el mejoramiento de la calidad de vida.

     En este cuatrienio la polarización va a continuar y con ella el revanchismo, las pasiones y la obsesión por el poder. En unas elecciones tan apretadas como las pasadas, es muy complicado gobernar con el 50% en contra.

      El programa de gobierno de Gustavo Petro es diciente en ensanchar el Estado y desarrollar una política de borrón y cuenta nueva en materia de seguridad y narcotráfico. Para lograr este objetivo es necesario cambiar la Constitución Política, e iniciará con actos legislativos ante un congreso putrefacto de mermelada pública. Como es de esperar estas reformas resquebrarán la base de la Carta Política.

      Espero que los magistrados de la Corte Constitucional cumplan con su obligación de ser custodios de la norma de normas. La sentencia C-551/03, estableció que la Corte Constitucional ejercerá control sobre los vicios de competencia, es decir, que al congreso le está prohibido sustituir la constitución, su competencia únicamente le permite reformarla. El único autorizado para reemplazar la constitución es el pueblo.

      Ante la negativa del Tribunal Constitucional de sustituir la carta política mediante acto legislativo, muy seguramente el presidente utilizará a la población como escudo para cambiarla, mediante una Asamblea Nacional Constituyente.

       Como ciudadanos respaldaremos todo lo que facilite el mejoramiento de las condiciones de vida de los colombianos. No se puede ser tan apasionado, para descalificar lo bueno que este haga en favor de la comunidad. Pero también, como sociedad deberemos ser críticos acérrimos con todo lo que conlleve a la destrucción de la democracia y la desviación del poder, que, entre otras cosas, es otorgado por un tiempo determinado.

       En la actualidad hay una sociedad expectante, que mal o bien, ejercita un control a través de los mecanismos de la democracia participativa. Por esta razón, pasaremos de la crítica a la oposición, y esto, gracias a la negligencia de los honorables congresistas de ejercer la vigilancia política al Presidente de la República.

       No permitiremos que se modifique la constitución en favor de los intereses de una ideología proclive a un estado despótico.

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