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Se busca un líder

     Coronel Homero Herrera Leal

     Las recientes elecciones dejaron bien en claro algunos hechos que los colombianos nos hemos resistido a aceptar desde hace muchos años: los políticos en su gran mayoría no defienden a sus electores, ni siquiera a su partido, defienden solamente sus intereses personales y de un pequeño círculo de adeptos; en Colombia la corrupción no es endémica, se convirtió sencillamente en parte de nuestra idiosincrasia, se compra y se vende de todo, alianzas, elecciones, cargos, fallos, etc.; los colombianos del común incluyendo a los miembros activos y retirados de la Fuerza Pública, aquellos quienes no somos parte de una camarilla política de izquierda o derecha, de un grupo narcoterrorista o sus reinsertados, estamos solos, ni políticos, gobernantes o magistrados se acuerdan se nosotros, solamente lo hacen en épocas electorales o cuando al Estado está ad portas de una catástrofe como la que está proyectándose en la actualidad.

       A los colombianos de a pie no nos representa nadie, solamente valemos momentáneamente para aportar nuestros votos y elegir a determinados gamonales políticos, para que éstos a su vez vivan en la opulencia a nuestras costillas junto a sus familias y allegados cercanos y obviamente participen en la repartición descarnada del presupuesto del Estado, ese que tanto trabajo nos cuesta completar, para deleite de una clase gobernante y política corrupta, con la obvia connivencia de todos los organismos de control que como los gobernantes electos, anuncian de cuando en cuando, especialmente en época prelectoral, el desarrollo de investigaciones exhaustivas para detener de una vez por todas el embate de la corrupción, así como la implementación de nuevas leyes y dinámicas que acaben definitivamente esta lacerante agresión contra el pueblo, pero cuando comienzan a gobernar o a ejercer en el cargo para el que fueron nombrados, lo hacen rodeados con representantes de la corrupta clase política tradicional, incluyendo a elementos quienes todavía tienen investigaciones penales por diversos hechos relacionados con la corrupción y la violación de otras figuras del Código Penal, tal cual como estamos observando en la actualidad, con el advenimiento al poder del cambio verdadero para erradicar la corrupción en su totalidad y acabar la pobreza causada por un Estado ladrón y clasista que succiona los recursos vitales del pueblo para mantener una burocracia inoperante. ¿Se les hace conocido el discurso?

      Pero a pesar de la falla tan evidente en que estamos incurriendo los electores, todavía nos resistimos a reconocerla y enmendarla.

      Nos vivimos quejando de no hay líderes que representen verdaderamente al pueblo, pero continuamos eligiendo a los mismos y seguimos vendiendo nuestros votos; nos quejamos de la corrupción, pero seguimos pagando propinas a intermediarios o funcionarios corruptos para evitarnos la molestia de las colas o para que nos completen un trámite sin cumplir los requisitos de ley; despotricamos de los políticos de turno, pero nos negamos a trabajar individual o colectivamente en la escogencia de líderes y la conformación de un partido político que verdaderamente nos represente, que vele por nuestros intereses y que no deifique a sus dirigentes; eso que lo hagan otros, yo no tengo tiempo, manifiestan muchos.

        Si realmente estamos cansados de la corrupción de la clase política que nos depreda, de los dirigentes que solamente velan por sus intereses personales, de gobernantes que prometen el cambio, pero continúan apoyándose en los políticos corruptos que engordan a costa de nuestros impuestos desde hace más de treinta años, debemos olvidarnos de los partidos políticos que conocemos actualmente como liberales antiguos, liberales nuevos, conservadores, de la U, cambios radicales, verdes, cristianos, ateos, comunes, comunistas, polos, históricos, etc., y tomarnos el trabajo de crear una agrupación, organización o partido político con líderes distintos a los tradicionales, de comprobada honestidad, con carisma para concitar unidad en torno al partido y a sus líderes, caras nuevas en política, es decir, que no provengan de ningún otro partido político de los ya existentes, que tenga el cerebro y la capacidad cultural para asumir la representatividad de la comunidad y muy importante, que conozcan los verdaderos problemas que padecemos los colombianos a causa de ese cáncer que padecemos, que hizo metástasis desde hace rato y que nos está matando: la clase política tradicional y corrupta, de izquierda y derecha, provenientes de castas auto impuestas tal cual se hacía antiguamente con las zagas reales, como los Gaviria, Samper, Santos, Uribe, Cepeda, Petro, Francia, los advenedizos de las Farc, los Galán, los Roy, Cristo, Prada, Rivera, Benedetti, etc, cuyas cabezas, parientes y amigos se han turnado en el control del poder político y obviamente del presupuesto nacional.

        Considero que es conveniente que los miembros de la reserva de las Fuerzas Militares y Policía Nacional, así como los integrantes del círculo familiar de los activos, debemos sembrar esta semilla de cambio junto con nuestras familias en beneficio de toda la Nación colombiana aprovechando la disciplina y formación de grupo en las que fuimos formados desde muy jóvenes y que prevalecen tanto en servicio activo como en los campos públicos y privados en que nos desenvolvemos, e ir involucrando con la velocidad que nos permitan nuestras condiciones y capacidad para generar masa crítica en la gran mayoría de colombianos, especialmente a ese atractivo segmento de 28 millones de compatriotas quienes no votamos por el candidato y presidente electo del cambio, si nos atenemos al censo de la Registraduría Nacional del Estado Civil, que establece que los votantes habilitados para ejercer tal derecho somos 39 millones, de los cuales votaron por Petro un 28% del censo referido, lo cual deja un amplio 71% de votantes compuesto por los que lo hicimos por Rodolfo Hernández y el voto en blanco, nulo y no marcado, segmento que podría ser atraído hacia una nueva organización política, hastiada como está comprobado, de la podrida clase política tradicional y que decepcionados por evidenciar que los candidatos a las elecciones pasadas eran los mismos con las mismas, se segmentaron en un 27% por Hernández, un 2% entre votos en blanco, nulos y no marcados, mostrando un preocupante 43% de abstención.

       Pero para lograr esa meta un tanto ambiciosa pero de ninguna manera utópica, debemos iniciar desde ya, ojalá antes de la posesión del presidente del cambio, el trabajo indudablemente arduo de construir las estructuras de esta nueva agrupación política, desde sus bases hasta su cúspide, capacitando a los nuevos integrantes en las minucias de la política partidista incluyendo a la normatividad legal que la reglamenta, pero esta vez exigir que sea una política partidista honesta, libre de las torcidas costumbres que se han estilado en Colombia desde las épocas de Bolívar y Santander.

        Pero lo más importante es superar nuestra tradicional apatía hacia lo que aparentemente no nos afecte, es decir, nos falta empatía social para acometer causas en favor de los demás pero que frecuentemente terminan afectándonos.

       Las cabezas o dirigentes deben ser escogidos por consenso general entre sus bases, eligiendo a las personas con capacidad intelectual, académica y condiciones de líderes, independiente del grado adquirido para los miembros de la reserva de las FFMM y Policía Nacional y de los títulos y majestades de los cargos ocupados para aquellos miembros provenientes de ese inmenso campo de la población civil.

       Tenemos que salir de los esquemas tradicionales que se estilan en las organizaciones militares y policiales en donde la condición de líder conduce automáticamente a aquel quien ostente el grado más alto. El líder no es el más antiguo o quien detente la mayor jerarquía. El líder es quien muestre las condiciones humanas y sociales para asumir el cargo.

       ¡Pero tenemos que comenzar ya

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