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Un año decisivo para la democracia del país

     Por Diego León Caicedo Muñoz

     “La ignorancia no discierne, busca un tribuno y toma un tirano. La miseria no delibera, se vende. Alejar el sufragio de manos de la ignorancia y de la indigencia es asegurar la pureza y acierto de su ejercicio. Algunos dirán que es antidemocrático pero la democracia, tal como ha sido ejercida hasta ahora nos ha llevado a este triste destino.” Juan Bautista Aberdi

     Muchos valoramos la democracia, otros ignoran su importancia y otros buscan destruirla. El concepto moderno de democracia, es más incluyente en el aspecto social, y por eso, no solo se limita a una forma de gobierno de un Estado, en donde el poder es ejercido por el pueblo, mediante mecanismos de participación en la toma de decisiones políticas, sino, que respeta y hace efectivo los derechos humanos, mantiene una alternancia del poder con limitación de mismo y va más allá de una mera ideología.

      La actual democracia les permite a las personas vivir en comunidad con calidad de vida. No solo es el baluarte de la libertad y la justicia, sino también el de la prosperidad, en este último eslabón radica la importancia de la rendición de cuentas de quienes detentan el poder, pero sobre cualquier cosa, la exigencia del pueblo para el cumplimiento de esta obligación. Es el medio más expedito para contrarrestar la corrupción.

     En el pasado quedaron las famosas revoluciones para eliminar regímenes, en detrimento de la democracia. Preocupa sobre manera alguna, la intención de políticos populistas en Latinoamérica que se autodenominan modernizadores y generadores de cambio, que llegan al poder para perpetuarse, destruir la democracia y atentar contra los derechos humanos y Colombia no es la excepción.

      Estamos ad portas de dos elecciones cruciales para los colombianos, la del 13 de marzo al Congreso de la República y la del 29 de mayo a la Presidencia de la República. Para las primeras elecciones hay 2.835 candidatos y según la registraduría hasta el momento hay 38.555.463, personas aptas para sufragar.  En una democracia participativa como la nuestra, de las buenas decisiones de los pobladores depende las buenas decisiones políticas, económicas y sociales de sus líderes, porque quienes eligen a los buenos o malos dirigentes somos nosotros, el pueblo, y le transferimos a estos, precisamente la toma de decisiones. Por esta razón, si queremos buenas decisiones que redunden en la calidad de vida de las personas a largo plazo, debemos elegir a los mejores.

     Los dirigentes que salgan elegidos tendrán que tomar decisiones para solucionar los problemas socioecómicos del país, en especial la pobreza que pasó de 17,4 millones a 21 millones de personas en el 2021 y la brecha de desigualdad que aumentó de manera abrupta. El control de la inflación, el crecimiento económico y la recuperación total de la economía; son los grandes retos en materia económica.

      De la misma forma, tendrán que enfrentar un país con un nivel de conflicto armado latente y con pésimas condiciones en seguridad ciudadana, se le agrega una responsabilidad alta para implementar los acuerdos de paz con las FARC, que demanda un considerable monto financiero. Por último, y no menos importante, un narcotráfico desbordado y una corrupción que ha sobrepasado todos los límites.

      Hace exactamente un año, me pronuncié en un artículo invitando a las personas a ejercer el mecanismo más valioso de una democracia participativa; como lo es el voto y de nuevo hago la invitación, pero en esta ocasión insistiendo en que lo debemos hacer por las mejores. No es fácil definir la persona ideal, pero una trayectoria proba, propuestas que se ajusten a la realidad y hojas de vida transparentes, marcan un derrotero para decidir. No podemos votar por aquellos con discursos populistas que manifiestan lo que la gente quiere escuchar, que hablan de cambio, pero utilizan los mismos instrumentos de la maquinaria política de siempre. Por eso es importante una buena educación en democracia, la ignorancia del pueblo es el mejor aliado del político.

     Sino encontramos a las personas apropiadas a elegir, porque seguro va ser muy difícil, tenemos el VOTO EN BLANCO. En muchos países no existe esta opción y los ciudadanos que no desean votar por ningún candidato simplemente dejan de marcar la tarjeta. En Colombia los votos en blanco son válidos, a diferencia de las tarjetas no marcadas y los votos nulos. Con el voto en blanco se vota y se manifiesta que ninguna opción planteada es adecuada. Es una expresión de disentimiento, de inconformidad, con efectos decisivos.

    Para terminar, hago una invitación especial a esos 17,2 millones de ciudadanos que decidieron no votar en las elecciones del 2018, para que lo hagan. El abstencionismo es utilizado por los políticos corruptos para seguir manejando sus empresas criminales de compra de votos.

 

 

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