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Una guerra fría que afecta a Colombia

      Por Diego León Caicedo Muñoz

      “No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la democracia para hacer una revolución”, Gilbert Keith Chesterton.

      A las tensas relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante 44 años, se le denominó Guerra Fría. Ninguno de los dos bandos se enfrentó en una guerra convencional de manera directa, por temor a una confrontación nuclear. La raigambre del asunto se centró en las ideologías opuestas, una facción por el capitalismo y democracia, y la otra por el comunismo.

      Cada potencia organizó sus propias alianzas, Estados Unidos y Occidente formaron la Organización del Tratado del Atlántico Norte, (OTAN), y la Unión Soviética formó el Pacto de Varsovia. Para defender sus posiciones, cada lado se dotó con armas nucleares de alcance intercontinental.

     Lo patético de esta guerra, fría para las dos potencias, pero caliente para los terceros países involucrados por los dos bandos, fue los millones de muertos que dejó. Lo triste de todo, es que las dos superpotencias se impusieron sin el reconocimiento local. Para mencionar algunos ejemplos: Camboya, Vietnam, Corea, Etiopía, Somalia, etc.

      Un viejo aforismo dice: “donde hubo fuego, cenizas quedan”. La Unión Soviética desapareció, pero el comunismo sigue latente en algunos países. Las llamas no se extinguieron totalmente y las cenizas están de nuevo avivando el fuego. “Los imperios no caen nunca en silencio y las superpotencias derrotadas siempre desarrollan aspiraciones revanchistas, (Shlomo Ben-Ami, profetas sin honor).

      El tratado de Versalles fue la derrota más humillante para Alemania, peor que la de la primera guerra. En este pacto le entregaron exterritorios alemanes a sus vecinos más débiles, lo cual avivó los sentimientos revisionistas de Adolfo Hitler, personaje siniestro que impulsó a los alemanes a la segunda guerra mundial.

      Algo muy parecido, guardadas las proporciones, se está presentando en la actualidad en cabeza del presidente ruso, Vladimir Putin, quien manifesta que el colapso de la Unión Soviética, fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo veinte y como pretexto protege a las minorías étnicas rusas fuera de las fronteras de su país, intentando revertir esa situación.

      Su propósito es recuperar el área de influencia de la Unión Soviética, interviniendo y apoyando a los gobiernos afines al Kremlin, como Bielorrusia y Kasajistan. En el 2014 Rusia anexo a Crimea y hoy va por Ucrania, Putin ha manifestado que Kiev, capital ucraniana es la madre de las ciudades rusas y que Ucrania no es un país, es parte de Rusia.

       La exigencia a Occidente de no incluir como miembro de la OTAN a Ucrania, es tan solo una evasiva, porque sabe que Estados Unidos y sus aliados no permitirán el incumplimiento al Memorando de Budapest de 1994. Mientras tanto, los ejercicios militares en la frontera continúan y como es conocido por todos, Rusia tiene experiencia en incumplir acuerdos de seguridad y a Putin le interesa muy poco los cumplimientos.

       Al igual que en los viejos tiempos de la guerra fría, Rusia continúa apoyando la creación de gobiernos autoritarios y para ello, utiliza otras estrategias diferentes a los golpes de estado y la confrontación armada a través de guerrillas. Se dio cuenta que la mejor vía son las bondades de la democracia.

      Las presiones comunicacionales, ataques cibernéticos, espionaje y operadores locales, hacen parte de ese entramado. En las penúltimas elecciones de Estados Unidos, Rusia manipuló la información en internet y redes sociales para favorecer a su candidato Donald Trump. Lo mismo le está sucediendo a Colombia, pero en este caso Putin utiliza como centro de operaciones a Venezuela.

       En el libro “las guerras de la información”, de Richard Stengel, se menciona los detalles del funcionamiento de la guerra de la desinformación global y como un gobierno puede perderla.

      La extrema izquierda colombiana viene cumpliendo el guion establecido en el Foro de Sao Paulo de 2019, auspiciado en materia económica y tecnológica por Rusia, Irán y Venezuela, además del narcotráfico y los grupos terroristas de Colombia. Las cuentas de las redes sociales más activas durante las últimas manifestaciones tuvieron origen en Venezuela, la generación de odio y el despliegue de la primera línea son la avanzada del proceso electoral.

       El dictador Putin busca recomponer el ajedrez internacional y en Latinoamérica encontró el caldo de cultivo en el Socialismo del Siglo XXI, en cabeza de Venezuela. Colombia ha sido un trofeo perseguido hace muchos años para el comunismo y parece que están a punto de lograrlo.

      Los espías rusos en nuestro país, la presencia masiva de militares de ese país en Venezuela, los ataques cibernéticos, la desinformación comunicacional, ya no son un cuento chino. Que no nos ocurra lo de la parábola de Jesús de las diez vírgenes, si no nos mantenemos despiertos, no sabremos ni el día ni la hora.

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