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Una nación aún en traumático parto (Tercera Parte)

Por Coronel Iván González Urán

      Al choque entre los dos bloques descritos antes, este cambio ideológico terminó siendo el caldo de cultivo para la confrontación propuesta por el marxismo con los sutiles matices de una nueva lucha entre Estado y Pueblo. Gobernantes y gobernados. Ricos contra pobres. Burgueses contra proletarios. Patrones contra trabajadores. Capitalistas contra comunistas. Imperialismo contra sometidos.

      Alineados contra no alineados. Y sin faltar, incluso, los criterios religiosos del bien contra el mal. O el de la Iglesia, no solo salvadora de almas para la vida eterna sino también contra el ateísmo comunista de los hombres en la tierra. Y con su deber de protegerlo de la explotación con su Teología de la Liberación.
       Es decir todo cuanto motivo o argumento sirviese para justificar violencia. De donde nació el muy pregonado argumento de “todas las formas de lucha”. Incluida la del terrorismo armado. Sin recatos morales. Justificando hasta la barbaridad y la brutalidad sin límites.

       Inicialmente basándose en la autodefensa de comunidades agropecuarias que supuestamente estaban siendo agredidas sin razón. Pero escondiendo que para lograr sus propósitos ellos también agredían a la población indefensa dónde estaban expandiendo su dominio y control territorial para fundar naciones independientes. Con ese motivo justificaban toda clase de crímenes y violación de principios humanos para obtener los fondos económicos necesarios para sostener sus cuadrillas bandoleras.

       Pero estos grupos terroristas no solo recibieron apoyo ideológico y económico del partido comunista sino, incluso, hasta de facciones del partido liberal cómo lo fue el MRL en los comienzos de la década de 1960. Porque, posteriormente, cuándo finalizó el Frente Nacional comenzaron a financiarse de las mafias del narcotráfico. Para, finalmente, ellos mismos terminar siendo narcotraficantes puros. Tanto desde la producción nacional hasta la comercialización internacional.
        Así duraron hasta comienzos del siglo XX cuando un presidente, igualmente categórico y decidido como el que un siglo antes había impuesto el general Rafael Reyes, las redujo casi a su extinción. Razón por la cual debieron resistir al máximo hasta cuándo llegara un nuevo gobernante que les diera un respiro suficiente para suplicar un alivio de supervivencia.

       Con tan buena suerte que ese gobernante llegó. Así que no solo pudieron salvar el pellejo sino que hasta volvieron a recuperar casi todas las fuerzas perdidas. Con la gran ventaja de que ya no solo disponían de fuerza armada rural sino que lograron alcanzar un gran poder político dentro de los estamentos del estado y actuando en el área urbana de las grandes ciudades y en el nivel nacional central. De tal forma que cómo dice el sabio refrán popular: Quién no conoce la historia la repite.

      Mientras que otros también afirman qué no es que la historia se repita sino que las mentes no cambian. Y mientras los dirigentes políticos no cambien, seguiremos siendo los mismos con las mismas para lo mismo.
      Y los únicos salvadores de todas estas hecatombes han sido las muy leales y firmes instituciones militares y policiales. Que a costa de grandes sacrificios han logrado que la nación no perezca dentro de los turbulentos huracanes y monzones de los dos grandes mares qué la rodean.

      Paradójicamente llamados Atlántico y Pacífico. En el primero no hemos encontrado el ideal mundo de felicidad qué se vivía en la Atlántida. Y en el último, El Pacifico, no es mucha la paz que hemos pescado.

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