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Como siempre ha ocurrido en la historia de la humanidad, de nuevo la tecnología definirá el futuro de la geopolítica

Por: Luis Alberto Villamarín Pulido

Desde finales del siglo pasado se habla en los círculos académicos, tecnológicos, científicos y políticos, que estamos viviendo en la era del conocimiento, y que quien lo tenga más avanzado en su haber, dominará al resto de la humanidad, o por lo menos al entorno que lo circunda.

Igual a lo sucedido a lo largo de la historia de la humanidad, hoy en pleno año 2023, la tecnología de punta está asumiendo rol preponderante en el devenir de la geopolítica, y las relaciones internacionales, o los cada vez más evidentes bloques de naciones.

En ese orden de ideas, cuando las fuerzas rusas invadieron a la vecina Ucrania el 24 de febrero de 2022, por carecer de suficiente información de lo que había in situ, muy pocos analistas y geopolitólogos, apostábamos a que Ucrania resistiría ante la avasalladora demostración de fuerza, que meses antes había desplegado Rusia alrededor de sus fronteras.

En la práctica, Rusia duplicaba la cantidad de soldados que Ucrania, y se suponía que estaban mejor entrenados y con mejor equipamiento militar. El presupuesto militar del Kremlin era más de diez veces mayor que el de Kiev. Y en público, los servicios de inteligencia estadounidenses. exteriorizaron que Ucrania caería en máximo dos semanas. Pero la realidad fue otra y no se podría concretar hasta qué punto con el apoyo previo de la Casa Blanca y el Pentágono.

Superada en armas y personal, Ucrania recurrió a la tecnología, escenario en que el que poseía ventaja, desconocida por su enemigo. Poco después de sucedida la invasión rusa, el gobierno ucraniano subió a la nube cibernética, todos los datos de información crítica, con el fin de salvaguardar la información y seguir funcionando, aun si los misiles rusos pulverizaran sus oficinas públicas y destruyeran sus archivos físicos.

El Ministerio de Transformación Digital, que el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky había creado solo dos años antes, reutilizó la aplicación móvil de gobierno electrónico, Diia, para recopilar inteligencia de fuente abierta, con la instrucción directa, de que en tiempo real los ciudadanos pudieran incorporar en esa base de datos, fotos y videos relacionados con actividades, instalaciones, maniobras y movimientos de unidades militares rusas dentro de Ucrania.

Al mismo tiempo, debido a que su infraestructura de comunicaciones estaba en peligro, los ucranianos recurrieron a los satélites Starlink y las estaciones terrestres proporcionadas por SpaceX para mantenerse conectados a las redes y servidores virtuales.

Así como Rusia envió a los campos de batalla y a las ciudades ucranianas los depredadores drones de fabricación iraní, Ucrania adquirió sus propios drones especialmente diseñados para interceptar los ataques rusos. Al mismo tiempo, el Ejército ucraniano aprendió a usar armas novedosas para ellos, que les fueron proporcionadas con prontitud por los aliados occidentales.

En esa especie de juego del gato y el ratón de la innovación, Ucrania demostró ser más ágil. Y así, lo que Rusia había imaginado que sería una invasión rápida y fácil resultó ser todo lo contrario, mutando en una prolongada acumulación de fracasos, respondida por Moscú mediante la demoledora guerra de desgaste y la latente amenaza del empleo de armas de destrucción masiva .

Desde la óptica del análisis comparativo el poder relativo de combate, el éxito logrado por Ucrania durante el primer año de la guerra, se puede resumir, en la determinación mental y física del pueblo ucraniano, la debilidad estructural en el acertado enfoque de la capacidad bélica del ejército ruso para maniobrar en el terreno y reabastecerse oportunamente, frente a la importancia logística y operacional del apoyo occidental a Kiev.

Además los hechos han corroborado que la dinámica que marcó desde la primera semana la fallida invasión rusa a Ucrania, también se relaciona con la por siempre fuerza definitoria de la política internacional, materializada en la capacidad de innovar, dicho de otra forma, la capacidad de inventar, adoptar y adaptar nuevas tecnologías de software y de hardware.

El axioma es sencillo de entender: Un Estado cuya potencialidad de defensa nacional no gravite en torno a esa realidad, se empantana en una especie de infancia tecnológica.

Por razones obvias, los sistemas de armas de alta tecnología aumentan el poderío militar. Las nuevas plataformas y los estándares que las rigen, les proporcionan ventajas económicas, al punto que como poderosos imanes, la investigación y las tecnologías de vanguardia aumentan el atractivo global hacia la dependencia de quien genera lo novedoso en estos campos del desarrollo mundial.

A lo largo de la historia, existe larga tradición de Estados que aprovecharon la innovación. para proyectar poder geopolítico en el extranjero, con el adendo de que lo que ha cambiado es la naturaleza de autoperpetuación de los avances científicos. Por ende, los desarrollos en inteligencia artificial en particular, no solo desbloquean nuevas áreas de descubrimiento científico; sino que aceleran ese mismo proceso.

La inteligencia artificial aumenta la destreza de los científicos e ingenieros. para crear o idear tecnologías cada vez más poderosas, tendientes a remodelar el mundo en el proceso.

Se infiere entonces, que la capacidad de innovar más rápido y mejor, como sólida base sobre la que descansa el poder militar, económico y cultural, determinará el resultado de la competencia de grandes potencias entre Estados Unidos y China.

Por ahora, Estados Unidos sigue a la cabeza del desarrollo tecnológico. Pero China se está poniendo al día en muchas áreas y ya se ha adelantado en otras. Para salir victorioso de esta competencia geopolítica que define el siglo XXI, la agresividad rusa demostró que aunque se esperaba que integrando a Moscú al comercio con Occidente se evitaría una guerra con Rusia, como de costumbre en la historia, los negocios comerciales favorables, no disuadieron al garoso nuevo zar del Kremlin.

Para lograr avances favorables a su proyección geopolítica y controles geoestratégicos, el gobierno de Estados Unidos, deberá superar sus impulsos burocráticos, crear condiciones aptas para la innovación tecnológica avanzada, e invertir en las herramientas y el talento necesarios para poner en marcha el ciclo virtuoso del desarrollo tecnológico.

La situación obliga a quienes ocupen la Casa Blanca y el parlamento estadounidense a comprometerse a promover la innovación al servicio del país y al servicio de la democracia. Lo que está en juego es nada menos que el futuro de las sociedades libres, los mercados abiertos, el gobierno democrático y el orden mundial más amplio sin interferencias autocráticas o dictatoriales.

Conocimiento es poder y extensión geopolítica

La demostración práctica y científica del nexo entre la innovación tecnológica y la dominación global se remonta a siglos atrás. Ejemplos sencillos: Los mosquetes que empuñaron las tropas dirigidas por el conquistador español Francisco Pizarro para derrotar al Imperio Inca o los buques de vapor de la flota comandada por el comodoro Matthew Perry para forzar la apertura cultural, económica, geopolítica y social de Japón hacia Occidente. Máxime, que la velocidad con la que actualmente se suscita la innovación, no tiene precedentes con el advenimiento de  la inteligencia artificial (IA).

Los sistemas de IA proporcionar ventajas clave en el dominio militar, porque pueden analizar millones de datos, identificar patrones y alertar a los comandantes de las tropas en los teatros de operaciones, acerca de la actividad enemiga.

Por ejemplo, el ejército ucraniano, ha utilizado IA para escanear de manera eficiente datos de inteligencia, vigilancia y reconocimiento provenientes de diversas fuentes, con la ventaja que a menudo, los sistemas de IA van más allá de la asistencia esencial para la toma de decisiones humanas pues hasta toman decisiones por sí mismos.

Dentro de ese concepto novedoso de empleo tecnológico de la IA para refinar la estrategia militar operativa, el coronel de la Fuerza Aérea estadounidense, John Boyd acuñó el eslogan observar, orientar, decidir, actuar (OODA), mediante el cual describe el proceso de toma de decisiones en combate. Fundamentalmente, la IA podrá ejecutar con celeridad, cada componente del eslogan OODA.

Eso significaría que el conflicto podría desarrollarse a la velocidad de las computadoras, no a la velocidad de las decisiones humanas en torno a problemas geopolíticos o militares. Como resultado, los sistemas de comando y control que se basan en decisiones de seres humanos o, peor aún, en jerarquías militares complejas, perderían relevancia frente a sistemas tecnológicos, más rápidos y eficientes que combinan máquinas con seres humanos.

En épocas anteriores de la historia de la humanidad, fueron singulares las tecnologías que dieron forma a la geopolítica, desde la era del bronce hasta la del acero, desde la energía de vapor hasta la fisión nuclear.

En ellas había un umbral claro de dominio tecnológico, y una vez que una nación lo alcanzaba, el campo de juego estaba nivelado. Por el contrario, la inteligencia artificial, es de naturaleza generativa, porque al presentar una plataforma para la innovación científica y tecnológica continua, puede conducir a una innovación aún mayor.

Ese fenómeno hace que la era de la IA sea fundamentalmente diferente de la Edad del Bronce o la Edad del Acero. En lugar de la riqueza de los recursos naturales o el dominio de una tecnología dada, la fuente del poder de un país ahora radica en su capacidad para innovar continuamente, en el invisible pero contundente en la práctica campo tecnológico. Así, los recursos naturales son un complemento necesario y un asunto geopolítico para los manejadores del Estado.

Lo anterior indica que ese círculo virtuoso solo será más y más rápido en las décadas venideras. Cuando la computación cuántica alcance la mayoría de edad, los computadores ultrarrápidos permitirán el procesamiento de cantidades cada vez mayores de datos, produciendo sistemas de inteligencia artificial cada vez más inteligentes y acertados.

Estos sistemas de IA, a su vez, podrán producir innovaciones revolucionarias en otros campos emergentes, desde la biología sintética hasta la fabricación de semiconductores. Entonces, la inteligencia artificial cambiará la naturaleza de la investigación científica.

Al avanzar en un estudio determinado, simultáneamente los científicos descubrirán respuestas a antiguas preguntas mediante el análisis de conjuntos de datos masivos, liberando de esas dudas a las mentes más inteligentes del mundo, para que dediquen más tiempo al desarrollo de nuevas ideas y procesos tecnológicos.

Entonces, la IA será fundamental en la lucha internacional por el poder de la innovación, ya que se encuentra detrás de innumerables desarrollos futuros, en el descubrimiento de fármacos, la mineralogía, la energía limpia, y en la propia IA.

Inclusive más poderosa que la actual inteligencia artificial es una tecnología más completa, todavía hipotética, llamada “inteligencia general artificial” o AGI. Mientras que la IA tradicional está diseñada para resolver un problema discreto, AGI podrí realizar cualquier tarea mental reservada a un ser humano y mucho más.

Imaginemos por ejemplo, un sistema de inteligencia artificial que pudiera responder preguntas aparentemente sin respuesta, tales como la mejor manera de enseñar inglés a un millón de niños o tratar un caso colectivo de enfermedad de Alzheimer dentro de una enorme masa poblacional.

Faltan años, quizás décadas, para el advenimiento de AGI, pero el país que primero desarrolle esa tecnología, tendrá una gran ventaja, ya que luego podría utilizar a AGI para desarrollar versiones cada vez más avanzadas, obteniendo ingentes ganancias en todos los demás dominios de la ciencia. y tecnología en constante proceso.

Dicho de otra manera, un gran avance en este campo podría señalar el comienzo de una era de predominio análoga al breve período de superioridad nuclear que disfrutó Estados Unidos a fines de la década de 1940, al término de la Segunda Guerra Mundial.

A manera de reflexión al respecto, mientras que muchos de los efectos más transformadores de la IA aún están lejos de concretarse, la innovación en drones ya está cambiando el campo de batalla. En 2020, Azerbaiyán empleó drones de fabricación turca e israelí para obtener una ventaja decisiva en la guerra contra Armenia en la disputada región de Nagorno-Karabaj, acumulando veloces victorias en el campo de batalla después de más de dos décadas de estancamiento militar.

De manera similar, la flota de drones de Ucrania, muchos de los cuales son modelos comerciales de bajo costo, reutilizados para el reconocimiento detrás de las líneas enemigas, han jugado un rol fundamental en los continuos éxitos tácticos contra las tropas rusas.

Los drones ofrecen ventajas sobre las armas tradicionales: Son más pequeños y económicos, facilitan métodos de vigilancia inigualables y reducen la exposición al riesgo de los soldados de inteligencia u observación y escucha.

Por ejemplo, en desarrollo de operaciones de guerra urbana, que son cada vez más recurrentes en los nuevos conflictos, las tropas que atacan o defienden posiciones, están siendo acompañados por micro-drones que les sirven como ojos y oídos de las tropas desplegadas en esos lugares.

Naturalmente, con el paso del tiempo, los países mejorarán el hardware y el software que impulsan a los drones, para superar en innovación a sus rivales. Será un reto permanente.

Es altamente probable, que los drones armados autónomos, no solo vehículos aéreos no tripulados, sino también terrestres y navales, reemplazarán por completo a los soldados y la artillería tripulada, para atacar objetivos tácticos y estratégicos.

Pensemos en un submarino autónomo que pueda transportar suministros rápidamente a aguas en disputa o un camión autónomo que pueda encontrar la ruta óptima para transportar pequeños lanzadores de misiles en medio de terrenos accidentados. Sería una guerra del futuro no solo de ficción en Hollywood, sino de realidad en los campos de batalla.

En ese escenario, enjambres de drones, conectados en red y coordinados por IA, podrían arrasar unidades de tanques e infantería mecanizada, motorizada y fortificada, o los puestos de mando y puestos de apoyo logístico del enemigo.

Se sabe que en el Mar Negro, Ucrania ha utilizado drones para atacar buques rusos y naves de suministro logístico para las tropas terrestres. A muy bajo costo, la fuerza militar ucraniana con una pequeña flota naval, ha limitado el radio de acción de la poderosa Flota rusa en el Mar Negro.

Todo esto indica que Ucrania ofrece una vista previa, acerca de cómo serán los futuros conflictos: guerras que serán libradas y ganadas por seres humanos y máquinas trabajando juntos. Esto lo deben entender los estudiantes de todas las academias militares del mundo y por extensión quienes aspiren a ocupar cargos políticos de alto nivel en sus países.

Esta realidad cobra mayor dimensión, si se tienen cuenta que los países que dependen de los recursos naturales o del comercio, especialmente aquellos que deben importar todas las materias primas o fundamentales, porque enfrentan vulnerabilidades que otros no enfrentan

El poder de innovación tecnológica fortalece el poderío militar. El dominio tecnológico refuerza la capacidad de un país para hacer la guerra y, por lo tanto, fortalece sus capacidades de disuasión. Por extensión, la innovación da forma al poder económico, pues proporciona a los estados influencia sobre las cadenas de suministro y la capacidad de estipular reglas para que los demás las cumplan.

Considérese aquí, el poder que China puede ejercer sobre los países a los que suministra hardware de comunicaciones. No sorprende entonces, que los países dependientes de la infraestructura suministrada por China, verbigracia muchos estados de África, donde los componentes producidos por Huawei representan alrededor del 70% de las redes 4G, se resisten a criticar las violaciones de derechos humanos por parte de China.

Igualmente, la preponderancia de Taiwán en la fabricación de semiconductores, proporciona un poderoso elemento de disuasión contra la invasión soñada por Xi Jinping, ya que dela noche a la mañana, China no podría destruir su mayor fuente de microchips.

Dicho apalancamiento también se acumula en los países pioneros en nuevas tecnologías. Gracias a su papel en la creación de Internet, Estados Unidos ha disfrutado durante varias décadas de un asiento en la mesa técnica que define las regulaciones de Internet en todo el planeta.

Por ejemplo, durante la Primavera Árabe (2011-2013), el solo hecho de que Estados Unidos albergara empresas de tecnología que proporcionaban Internet, bloqueó las persistentes solicitudes de censura de los gobiernos árabes, desesperados por la creciente oleada de protestas populares convocadas por medio de las redes sociales.

En otro escenario del poderío tecnológico contemporáneo, por parejo, empresas cineastas de Hollywood y de tecnología tales como Netflix y YouTube han creado gran cantidad de contenido para segmentos de consumidores cada día más globales, al mismo tiempo que sin ser política de Estado, ayudan a difundir los valores culturales estadounidenses.

De manera similar, el prestigio asociado con las universidades estadounidenses y las oportunidades para la creación de riqueza, creadas por las empresas estadounidenses atraen a creativos de lso cinco continentes, que buscan fortuna, notoriedad e impacto de sus proyectos, planes e ideas en amplios segmentos sociales.

En síntesis, la capacidad integral de un país para proyectar poder en el ámbito geopolítico internacional, mediante componentes militar, económico y cultural, depende de su capacidad para innovar más rápido y mejor que sus competidores. La IA está a la orden del día.

Competencia dura y permanente

La principal razón por la que la innovación brinda ventajas masivas es que genera más innovación. Esto sucede en parte, debido a la dependencia del camino que surge de grupos de científicos que atraen, enseñan y capacitan a otros científicos en universidades y centros de investigación para grandes empresas tecnológicas.

Pero también, porque la innovación se basa en invención, adopción y adaptación. Es un ciclo de retroalimentación que alimenta aún más la innovación y exige coordinación permanente. Si se fractura algún eslabón de la cadena, también se rompe la capacidad de un país para innovar con eficacia.

Una ventaja en la invención generalmente se basa en años de investigación previa. Estados Unidos llevó al mundo a la era de las telecomunicaciones 4G. El despliegue de redes 4G en todo el país facilitó el desarrollo temprano de aplicaciones móviles como Uber que requerían conexiones de datos móviles más rápidas.

Con base en esa ventaja, Uber pudo refinar su producto en los Estados Unidos para poder implementarlo en los países en desarrollo. Esto atrajo a muchos más clientes, y originó muchos más comentarios favorables, en la medida que la empresa adaptaba su producto a nuevos mercados, nuevos lanzamientos y nuevas exigencias de los usuarios.

No obstante el ámbito que circunda a los países que disfrutan de ventajas estructurales en tecnología se está reduciendo. Gracias en parte a una investigación académica más accesible y al auge del software de código abierto, las tecnologías ahora se difunden más rápidamente en todo el mundo y en diversos países, aparecen estudiosos y creativos de múltiples aplicaciones con diversas utilidades sociales.

El deseo de competir auspiciado por la disponibilidad de nuevos avances tecnológicos compartidos, ha ayudado a los competidores a ponerse al día a una velocidad sin par. Como finalmente hizo China en 4G. Aunque parte del reciente éxito tecnológico de China, se deriva del espionaje económico y el desprecio por las patentes, otra parte de sus logros, se remonta a esfuerzos innovadores, en lugar de derivados, para adaptar e implementar nuevas tecnologías. Y asi lo contemplan en su plan estratégico para llegar al año 2050 como la potencia tecnológica del planeta.

En el escenario de actuales competencias geopolíticas mundiales, las empresas chinas han disfrutado de un éxito rotundo en la adopción y comercialización de avances tecnológicos extranjeros.

Para lograr autosuficiencia en industrias de alta tecnología como las telecomunicaciones y la IA, en 2015, el Partido Comunista Chino presentó la estrategia denominada “Hecho en China 2025” . Ya que parte de esta oferta, anunció un plan económico de “doble circulación”, mediante el cual China pretende impulsar la demanda tanto interna como externa de sus productos, por medio de asociaciones público-privadas, subsidios directos a empresas privadas y apoyo a empresas respaldadas por el estado, Pekín ha invertido miles de millones de dólares, para asegurarse de salir adelante en la carrera por la supremacía tecnológica.

Ocho años después, el registro es mixto. El balance actual indica que China está por delante de Estados Unidos en algunas tecnologías, pero va a la zaga en otras.

Es difícil predecir si China asumirá el liderazgo en IA, pero los altos funcionarios de Pekín creen firmemente que así será. En 2017, Xi Jinping anunció planes para convertir a China en el líder mundial en inteligencia artificial en 2030, y agregó que puede lograr ese objetivo, inclusive, antes de lo esperado.

Es importante resaltar que China ya logó el objetivo de convertirse en el líder mundial en tecnología de vigilancia basada en IA, que no solo utiliza para controlar a los disidentes dentro del territorio continental, o en algunos países afines, sino que también la vende a gobiernos autoritarios en el extranjero.

No obstante, China todavía se ubica detrás de Estados Unidos en cuanto a atraer para sus empresas y universidades a las mentes más brillantes en IA, puesto que casi el 60% de los investigadores de primer nivel trabajan en los centros educativos estadounidenses.

Por ahora, Estados Unidos conserva una ventaja en la computación cuántica. Sin embargo, durante la última década, China ha invertido por lo menos 10 mil millones de dólares en tecnología cuántica, aproximadamente diez veces más que el gobierno estadounidense.

Como medida prioritaria de seguridad nacional, China está trabajando para construir computadores cuánticos tan avanzados que descifrarán fácilmente el cifrado actual. Pekín también está invirtiendo fuertemente en redes cuánticas, una forma de transmitir información en forma de bits cuánticos, presumiblemente con la esperanza de que tales redes sean impenetrables al monitoreo de otras agencias de inteligencia occidentales.

Tras el bochornoso episodio de los globos espías sobre territorio estadounidense, resulta aún más alarmante, la presumible estrategia conocida como “almacenar ahora, descifrar después”, según la cual el gobierno chino estaría guardando comunicaciones robadas e interceptadas con miras a descifrarlas, cuando posea capacidad avanzada de cómputo para hacerlo

Cuando las computadoras cuánticas se vuelvan lo suficientemente rápidas, todas las comunicaciones encriptadas por medio de métodos no cuánticos estarán en riesgo de ser interceptadas, realidad que aumenta las posibilidades de lograr este avance primero. Por extensión la seguridad nacional de los países occidentales estaría infiltrada por la inteligencia militar china.

China también está tratando activamente de igualar a Estados Unidos en los desarrollos de biología sintética. Sus científicos están trabajando en nuevos proyectos biológicos, incluido el cemento elaborado con microbios que absorbe dióxido de carbono, y cultivos con una mayor capacidad para secuestrar carbono y sustitutos de la carne a base de plantas.

Dicha tecnología ideada en Estados Unidos es prometedora para combatir el cambio climático y crear empleos, pero desde 2019, la inversión privada china en biología sintética ha superado la inversión estadounidense, lo cual es un claro indicio de la determinación de Pekín no solo para igualar sino para superar a Estados Unidos en este campo.

Si se trata de la producción y mejoría de los semiconductores, China también tiene planes ambiciosos. Su gobierno está financiando intensos esfuerzos para convertirse en líder en la fabricación de semiconductores para 2030. Las empresas chinas están empeñadas en la industria de chips de “siete nanómetros”, pero los asesores de Xi Jinping ha puesto la mira más allá, anunciando planes para producir localmente la nueva generación de chips de “cinco nanómetros”.

Por ahora, Estados Unidos, Taiwán y Corea del Sur, continúan superando a China en el diseño de semiconductores. Debido a las prevenciones surgidas de la guerra de Ucrania, la eternización de Xi Jinping en el poder y la abierta intención de Pekín sobre Taiwán sumada a la guerra comercial que venía de la era Trump, en octubre de 2022, la administración Biden bloqueó las ventas a China, de las principales empresas estadounidenses que producen chips de IA para computadores.

Sin embargo, las empresas chinas controlan el 85% del procesamiento de los minerales que se utilizan en la fabricación de estos chips y otros componentes electrónicos críticos, lo que ofrece un importante punto de ventaja sobre sus competidores. Como se evidencia, China ha pensado sus proyectos de manera estratégica a largo plazo y con objetivos demasiado ambiciosos.

Una guerra de métodos y sistemas en la IA

La competencia por la preponderancia geopolítica mundial entre Estados Unidos y China es de sistemas y entre Estados.

En el modelo chino de fusión civil-militar, el gobierno promueve la competencia interna y financia a los ganadores emergentes como “campeones nacionales”. Estas empresas desempeñan un papel doble, maximizando el éxito comercial y promoviendo los intereses de seguridad nacional de China.

El modelo estadounidense, por otro lado, se basa en un conjunto dispar de actores privados. El gobierno federal proporciona fondos para la ciencia básica, pero en gran medida deja la innovación y la comercialización en manos del mercado y la creatividad de sus ciudadanos.

Durante mucho tiempo, la trilogía gobierno, industria y academia fue la principal fuente de innovación estadounidense. Esta colaboración impulsó muchos avances tecnológicos, desde el alunizaje hasta la era del Internet.

Pero al final de la Guerra Fría, el gobierno estadounidense. se tornó reacio a asignar fondos para la investigación aplicada, e inclusive redujo la cantidad de recursos financieros dedicada a la investigación fundamental.

Aunque el gasto privado para la investigación científica ha despegado por parte de las industrias estadounidenses, las inversiones públicas se han estancado durante las últimas cinco décadas.

En 2015, la parte de la financiación gubernamental para la investigación científica cayó por debajo del 50% por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial, pese a que había estado cerca del 70 % en la década de 1960. El impulso del progreso tecnológico estadounidense, ha cambiado desde la Guerra Fría, pero no siempre ha producido lo que el país necesita para su desarrollo, seguridad y defensa. Sin duda, el surgimiento del capital privado de riesgo, ayudó a acelerar la adopción y comercialización, pero hizo poco para abordar problemas científicos de orden superior en torno a los avances de la contraparte en temas de seguridad nacional.

Las razones políticas de la renuencia de los altos funcionarios de Washington para financiar la ciencia, que sirve como base del poder de innovación son estructurales. La innovación requiere riesgo y, en ocasiones fracaso, algo que los dirigentes políticos se resisten a aceptar como opción válida. A menudo, la innovación puede exigir inversiones a largo plazo, pero el gobierno estadounidense. opera en un ciclo presupuestario de un solo año y, como máximo, en un ciclo político de dos años.

A pesar de estos obstáculos, Silicon Valley ha logrado fomentar la innovación. La historia de éxito estadounidense se basa en una combinación potente de ambición inspiradora, regímenes legales y fiscales favorables a las nuevas empresas y la cultura de apertura mental, que permite a los empresarios e investigadores desarrollar nuevas ideas.

Una excepción de esta regla, es que en 2013 la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa invirtió en vacunas de ARN, en colaboración con la empresa de biotecnología Moderna, entidad que años después desarrollaría y entregaría una vacuna contra el Covid-19 en tiempo récord.

Por razones más que obvias, la competencia con China, exige a la Casa Blanca revitalizar la interacción entre el gobierno, el sector privado y la academia.

Así como la Guerra Fría indujo a la activación del Consejo de Seguridad Nacional, la competencia impulsada por la tecnología actual debería impulsar un replanteamiento de las estructuras de formulación de políticas existentes desde el alto gobierno estadounidense.

Recientemente, la Comisión de Seguridad Nacional sobre Inteligencia Artificial, recomendó hacer un nuevo “consejo de competitividad tecnológica”, que podría ayudar a coordinar la acción entre los actores privados y desarrollar un plan nacional para promover tecnologías emergentes cruciales.

La respuesta de la administración Biden dio una señal prometedora. En 2022, en una votación bipartidista en el Congreso estadounidense, se aprobó la Ley Chips y Ciencia, que asigna 200 mil millones de dólares en fondos para investigación y desarrollo científico durante los próximos diez años. No es suficiente, pero es un regreso parcial a la trilogía industria, gobierno-academia, para trabajar de la mano en la seguridad y el desarrollo nacionales.

La seguridad y el desarrollo se conservan invirtiendo en el futuro

No cabe duda: Estados Unidos deberá invertir miles de millones de dólares en áreas clave de competencia tecnológica. Con adecuadas medidas de seguridad, en cuanto a los semiconductores, quizás la tecnología más vital en la actualidad, la Casa Blanca debería redoblar esfuerzos para implementar cadenas de suministro dentro el país y en países amigos y aliados.

En energías renovables, debería financiar el binomio Investigación y Desarrollo para microelectrónica, almacenar minerales como litio y cobalto necesarios para baterías y vehículos eléctricos, e invertir en nuevas tecnologías que puedan reemplazar las baterías de iones de litio y compensar el dominio de recursos de China.

Y para ponerse al día con China en espectro de radio de alta frecuencia que utiliza 5G, el Pentágono debería abrir más espectro a los actores privados.

Estados Unidos necesita invertir en el ciclo de innovación, financiando no solo la investigación básica sino también la comercialización de los productos terminados, para multiplicar ingresos y expansión geopolítica antes de que China le quite la iniciativa.

Cada nueva tecnología, desde la IA hasta la computación cuántica y la biología sintética, debe perseguirse con el claro objetivo de la comercialización, para que no suceda un hecho similar a la brecha entre la creación de los autos eléctricos en 1996 por la General Motors y las dos décadas que demoró Tesla para comercializarlos.

Estados Unidos debe invertir en el talento, principal insumo que se encuentra en el centro de la innovación. Estados Unidos cuenta con las mejores empresas emergentes, empresas establecidas y universidades del mundo. Todas ellas atraen a los mejores y más brillantes ingenieros del mundo.

Sin embargo, no todas las personas talentosas pueden ingresar Estados Unidos debido a su sistema de inmigración, que dificulta innecesariamente que los mejores graduados contribuyan a la economía y la seguridad de la potencia norteamericana.

Se podría inferir que así como el Proyecto Manhattan que creó la bomba atómica y se anticipó a los mismos deseos de alemanes, japoneses y soviéticos, fue liderado en gran parte por refugiados y emigrados provenientes de Europa, el próximo avance tecnológico estadounidense seguramente dependerá de los inmigrantes cualificados.

Para bien de Occidente, Estados Unidos debe mejorar su capacidad de defensa integral

Estados Unidos debe repensar fundamentalmente sus políticas de defensa. Durante la Guerra Fría, el Pentágono diseñó estrategias de “compensación” para contrarrestar la superioridad numérica soviética, combinando innovaciones del potencial militar y tecnológico.

A 2023, con prospectiva a los años por venir, Washington necesita realizar algo que el Proyecto Especial de Estudios Competitivos ha denominado una estrategia “Offset-X”, un enfoque competitivo, mediante el cual Estados Unidos podría mantener superioridad tecnológica y militar frente a China y Rusia, por aparte o juntos a la vez.

Al examinar los hechos y capacidades de más probable adopción, dada la cantidad de fuerzas militares y economías modernas que dependen de la infraestructura digital, es deducible, que cualquier futura guerra entre grandes potencias comience con un ataque cibernético.

Por lo tanto, las ciberdefensas de Estados Unidos, necesitan respuestas más rápidas que el tiempo de reacción de los cerebros humanos. Debido a que ya ha enfrentado ataques cibernéticos constantes en tiempos de paz, Estados Unidos debe protegerse con visión prospectiva, creando sistemas de respaldo o “back ups” y rutas alternativas para los flujos de datos.

Es apenas lógico inferir que un conflicto que comienza en el ciberespacio podría escalar fácilmente al ámbito físico, y en ese escenario, Estados Unidos también enfrenta nuevos desafíos tecnológicos y de unidad nacional.

Para contrarrestar eventuales ataques con drones enjambre, Estados Unidos debe invertir en sistemas de artillería y misiles defensivos más tecnificados y eficientes que los actuales. Para mejorar la eficiencia del campo de batalla, sus fuerzas militares. deben centrarse en implementar sensores económicos impulsados por IA para monitorear las áreas en disputa, enfoque que ha sido más efectivo en Ucrania.

A medida que se vuelve más difícil de obtener información válida para procesar por medio de la inteligencia militar lograda por fuentes humanas, Estados Unidos debe depender cada vez más de sensores electrónicos, desde el submarino hasta el espacio exterior. También deberá centrar esfuerzos especializados en la depuración de la información proveniente de la inteligencia de código abierto, ya que la mayoría de los datos del mundo entero, están disponibles públicamente.

En la contienda geopolítica del siglo XXI, el factor decisivo será el poder de innovación en el desenlace de la rivalidad de Estados Unidos con China.

Cuando se trata de combates reales, las unidades militares deben conectarse en red y descentralizarse para superar mejor a los oponentes.

Al enfrentar adversarios con jerarquías militares rígidas como Rusia, Irán y China, las fuerzas militares de Estados Unidos podrían obtener una ventaja mediante el uso de unidades más pequeñas y más conectadas, cuyos miembros sean expertos en la toma de decisiones basadas en redes, empleando las herramientas de la inteligencia artificial en su beneficio.

Por ejemplo, una sola unidad podría reunir capacidades en recopilación de inteligencia, ataques con misiles de largo alcance y guerra electrónica. El Pentágono necesita proporcionar a los comandantes del campo de batalla la mejor información, para así, permitirles tomar las mejores decisiones sobre el terreno.

A manera de autocrítica, Estados Unidos gasta cuatro veces más que cualquier otro país para adquirir sistemas militares, pero el costo es insuficiente frente al poder de innovación. En abril de 2022, las fuerzas ucranianas dispararon dos misiles Neptune contra el Moskva, un buque de guerra ruso de 600 pies, hundiendo la embarcación.

El buque ruso costó 750 millones de dólares; los misiles costaron 500 mil dólares cada uno. Del mismo modo, el misil antibuque hipersónico de última generación de China, el YJ-21, algún día podría hundir un portaaviones estadounidense que cuesta 10 mil millones de dólares.

Eso significa que el gobierno estadounidense, debería analizar mejor las cosas, antes de comprometer otros10 mil millones de dólares y diez años de trabajos, para construir otra embarcación similar. Tendría más sentido comprar muchos artículos de bajo costo que bloqueen y destruyan armas poderosas del adversario, en lugar de invertir en algunos proyectos de prestigio de alto costo.

En guerra, política y geopolítica se apuesta para ganar, no para perder

Insistimos, en la contienda geopolítica del siglo, la rivalidad de Estados Unidos con China, el factor decisivo será el poder de innovación. Los avances tecnológicos en los próximos cinco a diez años, determinarán qué país toma la delantera en esta competencia que dará forma geopolítica al nuevo orden mundial.

Sin embargo, el desafío para los Estados Unidos, es que como sucede en todas las democracias, los funcionarios gubernamentales están incentivados para evitar riesgos y concentrarse en el corto plazo, situación desventajosa frente a las autocracias, que deja al país con una inversión crónica e insuficiente en las tecnologías del futuro.

Si la necesidad es la madre de la invención humana, la guerra siempre será partera de la innovación. No concebirlo y hacerlo así, erosiona la capacidad de un Estado para disuadir y, si es necesario, luchar y ganar la próxima guerra. Y ese, es precisamente el gran reto para los hacedores de la política en Estados Unidos frente al obsesivo avance chino.

La alternativa podría ser desastrosa para todo Occidente. Los misiles hipersónicos chinos podrían dejar a Estados Unidos indefenso y los ataques cibernéticos podrían paralizar toda la red eléctrica del país.

Quizás aún más importante, la guerra del futuro tendrá como objetivo a las personas de maneras completamente nuevas: Estados autoritarios como China y Rusia pueden recopilar datos individuales sobre los hábitos de compra, la ubicación e incluso los perfiles de ADN de los estadounidenses y habitantes occidentales, algo que permitirá campañas de desinformación e inclusive ataques y asesinatos biológicos dirigidos.

Como no son meras presunciones ni especulaciones, para evitar horrores similares, Estados Unidos debe asegurarse de mantenerse por delante de sus competidores tecnológicos.

Los principios que han definido la vida política, social y cultural en Estados Unidos y las naciones occidentales, basados en democracia, libertad, capitalismo, y esfuerzo individual. fueron los correctos para el pasado y seguirán siendo para el futuro.

Son valores básicos se encuentran en la base de un ecosistema de innovación y creatividad permanente, que estimula a los seres humanos a ser mejores y en contraste sigue siendo la envidia del mundo autocrático. Estados Unidos es pionero en la carrera de la innovación, pero no puede estar seguro de que siempre permanecerá allí… porque las amenazas asechan.

Como en todas las actividades de la vida, siempre será válido, que no solo en la industria empresarial, sino también en la geopolítica el reto es innovar o morir.

Sin lugar dudas, como siempre ha ocurrido en la historia de la humanidad, de nuevo la tecnología definirá el futuro de la geopolítica.

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