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La filosofía de la no violencia

    Por Diego León Caicedo Muñoz

     “La no violencia no es una prenda que uno se pone o quita a voluntad. Su lugar reside en el corazón y debe ser una parte inseparable de nuestro ser”, Mahatma Gandhi.

       El 11 de septiembre de 1906, Mahatma Gandhi, pensador, activista y político indio, inició su Movimiento de No violencia. Filosofía que se convirtió en la mejor estrategia para liberar a la India del Imperio Británico.

     El principio de la no violencia, también conocido como de resistencia pacífica, rechaza el uso de la violencia física para lograr un cambio social o político. Igualmente, denominada, “políticas de la gente común”, ha sido adoptada por poblaciones masivas alrededor del mundo en campañas por la justicia social. La ONU clasifica la acción no violenta en tres categorías: protesta y persuasión, no cooperación e intervención no violenta.

     Consecuente con la filosofía de Gandhi, he participado en dos protestas pacíficas. La primera en el año 2008 contra la barbarie de las FARC y la segunda el pasado 26 de septiembre en oposición a los proyectos de reforma tributaria, pensional y de salud, y al mal manejo que le está dando a la seguridad el presidente Gustavo Petro. Proyección que apunta a un estado totalitario, si el pueblo se lo permite.

      Previo a la manifestación de la marcha del 26, escudriñé quienes estaban detrás de la protesta, para no morder el anzuelo de los politiqueros continuistas. Encontré unos organizadores distanciados del mundo político, nada que ver con los caciques regionales, y muchos de ellos, fueron los que organizaron la gran marcha del 2008.

      Personas procedentes del núcleo social colombiano, empleados y emprendedores, sin ningún tipo de afinidad política. Interesados en mantener la democracia y el mejoramiento de las condiciones de vida de las personas. Igualmente, cansados de la polarización y el abuso de la política tradicional. 

       Una vez alineado con el pensamiento de los organizadores tomé la decisión de participar en la marcha. No faltó el político colado buscando ganar la simpatía de los protestantes y el de apropiarse del liderazgo del evento, pero ya el pueblo no es tan insulso como antes. Esta ligereza politiquera dio pie para que los miembros del Pacto Histórico le achacaran la organización de la protesta a la única oposición, si es que que hay, es decir, el Centro Democrático. Nada más lejano de la realidad el acomodado endoso. Hay quienes juzgan por su condición.

      Una diferencia abismal con las marchas del 2019, 2020 y 2021, en donde se hizo presente el vandalismo, el odio, la mentira y la destrucción, todas dirigidas por las bodegas petristas. Lo que surgió como una iniciativa ciudadana de unos pocos, se convirtió en una manifestación pacífica masiva de aproximadamente 300 mil personas en todo el país, así las autoridades la hayan minimizado.

      Al igual que sus organizadores, los protestantes pertenecían a la clase trabajadora de todos los estratos sociales, a las agremiaciones de pensionados y a organizaciones independientes. El evento transcurrió dentro de la normalidad, desde el inicio de la marcha hasta su culminación, no faltaron algunas arengas inapropiadas, que deben corregirse hacía el futuro.

      En esta ocasión los establecimientos abiertos al público no cerraron sus puertas, no hubo destrucción, ni enfrentamiento alguno, salvo, algunas personas que al paso de la manifestación lanzaban improperios a los marchantes, como paracos, uribistas y oligarcas.

       Cerca de la plaza de Bolívar se congregaron unos 30 jóvenes, quienes de manera agresiva insultaban a los participantes, con el mismo libreto de los anteriores, todo producto de la polarización. Por fortuna, los protestantes no se dejaron provocar.

     Es tanto la polarización generada por los políticos, que ellos mismos y los fanáticos de uno y otro bando, solo conciben a Colombia en blanco y negro, paraco o guerrillero, rico o pobre, uribista o petrista. No entienden que la mayoría de los colombianos queremos ver una Colombia diferente, y por eso en las elecciones pasadas muchos votaron por Rodolfo Hernández, un candidato que apareció hablando de acabar con la corrupción y no pertenecía a ningún partido clásico. Lo denigrante fue que terminó siendo aliado de Petro.

     Mientras persistan los atentados contra la democracia y el bienestar social, el pueblo colombiano debe continuar con la filosofía de la no violencia en sus manifestaciones públicas. Esta expresión fue la primera de tantas que seguirán, si el Gobierno Nacional insiste en sus políticas socialistas. Sin embargo, no solamente debemos quedarnos en protestas, sino necesitamos acompañarlas del control constitucional al poder, mediante los mecanismos de participación ciudadana.

        Esta manifestación cívica nos pone a soñar con un nuevo partido político, conformado por muchos líderes con vocación de servicio a la comunidad. Apartados de todo patronazgo politiquero, de los partidos legendarios, de ideologías rancias y de los mesías. Los actos políticos se enfrentan con actos políticos.

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