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Un buen avión y una gran nación

     Por Iván González

     De nuestros casi treinta años de volar por toda Colombia, diez fueron en los muy resistentes aviones DC 3. Que aunque viejos han soportado perfectamente las severas condiciones meteorológicas de la llamada Zona de Confluencia Intertropical, durante casi cien años y que se agravan cuando es sobre la Selva Amazónica.

    O en el area más húmeda y lluviosa del mundo, por pertenecer al fenómeno llamado “El Cinturón Térmico del Planeta”. El sector norte del Chocó colombiano y el Golfo de Urabá. Con un promedio de precipitación de 10 mil milimetros por centímetro cuadrado. Y humedad relativa del 80 por ciento.

     Además de muchas pistas cortas. De condiciones muy elementales. De superficies lisas, estrechas, disparejas, con huecos, charcos, pantanozas, enmalezadas, con precarios drenajes y hasta torcidas. Y no de nuevo sino después de haber triunfado, años antes, en el esforzado Puente Aereo a Berlín. Porque todos han sido secundazos de guerra, para no decir chatarra.

     Todo eso lo ha soportado el DC 3 por muchos años. Propulsado con motores de pistón y hélices de su inicial tecnologia aeronáutica. No muy alto caballaje y por ello mucho peso para su potencia. Un verdadero Jeep Del Aire.

    Los pilotos debieron ser bastante cuidadosos para no exceder su capacidad de carga sin romper su estructura.
Al tiempo que obtener el maximo rendimiento aerodinámico. Para lograr sobrepasar, en corta distancia de vuelo, las muy frecuentes altas cumbres de las tres cordilleras de la Cadena de los Andes.

    Con su lento ascenso, de tan solo 180 metros por minuto, si no estaba muy pesado. Debía subir desde los bajos Llanos Orientales o los valles fluviales del Magdalena o el Cauca, hasta alcanzar los cuatro mil metros de altura para poder llegar a la ciudad de Bogotá. Lo cual obligaba a hacer amplios círculos de subida durante un buen tiempo de vuelo.

     Una altura en el limite de lo que recomendaban los médicos de aviación, como capacidad fisiologica maxima para no entrar en severa hipoxia (falta de oxígeno con labios azulados). Ya que no se disponía de suministros de oxígeno suplementario para pilotos. Y que también debilita mucho la fuerza de los motores.
Aunque a veces debían violarse esos límites en los vuelos ambulancia para salvar la vida de soldados heridos en combate pero a costa de perdida de muchas de nuestras neuronas.

    La cordillera de los Andes cruza perpendicularmente la línea del cálido parslelo ecuatorial terrestres, viniendo desde el sur del continente, y apesar de eso, en Colombia, tiene varias cumbres de nieves perpetuas. Por ello varios DC 3 se congelaron o asfixiaron. Y junto a sus tripulaciones han rindido su último aliento cuál ofrenda aérea al Dios del cielo por invadir y querer conquistar sus dominios.

    Luchando con la simple fuerza de sus dos remos giratorios cuales espadas de brillantes hojas de plata en el elevado océano del cielo. Que cuando se enfurece puede destruir o convertir al añoso avión en una simple hoja que arrastra el viento a su antojo.

    Ya que la cordillera está plagada de Cúmulo Nimbus, más altos que las cumbres. Nubes de tormenta cargadas de lluvia engelante, granizo, violenta turbulencia y atronadores relámpagos de descargas eléctricas. Que por su poder hacen que el aire se caliente al rojo vivo, cómo si quicieran fundir el metal de sus alas. Fulgurantes y enceguesedoras sentellas que lanza el mitológico dios Seuz a quien lo incomodan en su reino.

    Tormentas que abundan en la temporada del Fenómeno de la Niña, que llega a América desde el Asia, traído por el gigante océano Pacífico. Temporada en la que los desarres aéreos se hacían más frecuentes.

    Aviación que afortunadamente ha pasado, ya que ahora contamos con aviones modernos, seguros y confiables que hacen más agradable la vida moderna. Y mucho más placentero el emocionante disfrute que nos ofrese la aventura de volar con su amplia sensacion de felicidad y libertad.

    De todas formas el DC 3 nos levantó sobre sus hombros para fuésemos más fuertes para superar nuestras flaquezas. Para vencer la gravedad que nos ata al suelo y dominar la agreste naturaleza. Para construir la gran nación que todos queremos.

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