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Desde el desayuno se sabe cómo será el almuerzo

       Por Diego León Caicedo Muñoz

“Vota a aquel que prometa menos. Será el que menos te decepcione”, Bernard M. Baruch.

      A partir de la década de los ochenta con el florecimiento del narcotráfico y los grupos organizados al margen de la ley, llámense guerrillas o paramilitares, las campañas electorales fueron contaminadas por este flagelo, sin dejar de lado, los ya conocidos delitos electorales que nos han acompañado desde siempre. La actual campaña no podía ser la excepción, en un país de políticos corruptos y ciudadanos deshonestos.

      La mayoría de personas parecieran haber perdido la capacidad de asombro y de paso la de reaccionar ante hechos ignominiosos. En una nación en donde la corrupción política y la deshonestidad ciudadana es el pan nuestro de cada día, cualquier acto de este talante, por grande que sea, ya no causa ningún estupor.

      Nuestra sociedad de odios y de amores, generados por los mismos politiqueros, ha llegado a tan alto grado de obnubilación, que muchos defienden a capa y espada, y a veces con agresividad, las graves faltas de sus líderes políticos.

     A cualquier persona con principios y valores comunitarios, le debe causar indignación la componenda que trató de hacer el candidato Gustavo Petro la semana pasada. Llegó hasta el eslabón más putrefacto de la politiquería, como es el de acudir a reuniones con delincuentes de cuello blanco y narcotraficantes en centros penitenciarios, para prometerles condonación de penas y no extradición, a cambio de votos. Además, de incitarlos a enlodar la imagen de sus contrincantes políticos.

      Como siempre trató de defender lo indefendible, acomodando su garrafal error detrás de lo que él denominó un “perdón social”, como si los ciudadanos estuviéramos en la obligación de perdonar a quienes se roban el país. Como no le funcionó el tal aludido entramado, entonces, manifestó que no tenía nada que ver con lo que hizo su hermano, luego habló de entrampamiento, vocablo que la extrema izquierda colocó de moda para defender a Santrich, y, por último, que está siendo víctima de un montaje para desacreditar su campaña.  Mentiras van, mentiras vienen, por el desayuno se sabe como será el almuerzo.

      Habla de combatir la corrupción y se rodea de personajes investigados y de dudosa reputación en materia del manejo público, pero la tapa de todo, es que acudió a los corruptos ya condenados. Si esto es en campaña, como será si es elegido presidente, que le puede esperar a nuestro agobiado país.

      Ha manifestado que si pierde no aceptará la derrota por supuesto fraude electoral y azuzará al pueblo para que salga a las calles a manifestarse, incluyendo la primera línea. Por el contrario, si gana y no obtiene las mayorías en el congreso para sus propósitos, también acudirá al pueblo para lograr sus objetivos.   

      La propuesta del perdón social es una de las tantas del candidato, algunas expuestas en la palestra pública y otras ya condensadas en su programa de gobierno.

      Vale la pena mencionar algunas de ellas, porque han causado preocupación y críticas de los expertos en democracia.

      La primera: el modelo de pensiones propuesto, sin ningún tapujo se quiere apropiar de los ahorros de los cotizantes, equivalente a 18 billones. Estos recursos privados los trasladará a un fondo público, con el fin de pagar las pensiones de los que no han aportado.

      La segunda: la transición energética, esta promesa populista y contraproducente, pretende prohibir de tajo el otorgamiento de nuevas licencias para la exploración de hidrocarburos y de minería a cielo abierto.

      La tercera: La emisión de billetes a costo cero por parte del Banco de la República para financiar el gasto del gobierno y entregarles un subsidio real a las familias. Al mejor estilo de  Venezuela, en donde se destruyó el valor de la moneda, se incrementó la pobreza y el salario quedó valiendo menos. 

       La cuarta: proteger la producción nacional, colocándoles aranceles a ciertos productos importados, porque provocan una alta devaluación en la moneda local. Según Salomón Kalmanovitz, “un arancel más alto o una devaluación más fuerte nos precipitará a la indigencia. Se trata de una política aventurera y peligrosa”.

      En fin, cualquier cantidad de propuestas populistas, unas imposibles de cumplir, y en otras pretende agrandar el poder del Estado para retroceder a épocas paupérrimas. No olvidemos el desastre ambiental causado por el cambio de recolección de basuras, de privado a público, cuando fue alcalde de Bogotá. Esta ligereza le costo a los bogotanos, aproximadamente 245.000 millones de pesos.

       Los resultados de su gestión como alcalde de la capital fueron funestos, mostrando improvisación y falta de capacidad para administrar los recursos públicos. Claro los palaciegos escuderos y áulicos seguidores, al igual que él, manifiestan que fue todo un éxito su gobierno local. Definitivamente no hay peor ciego que el que no quiere ver.

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