Nuestro propósito superior: Unidos para ser más fuertes.
Artículos de opinión

El camino hacía la paz

Por Diego León Caicedo Muñoz

“Benditos sean aquellos que tienen el valor de decir que la paz es fundamental para todas las cosas, sin que importe el precio que tengamos que pagar por ella”. Jorge Ángel Livraga Rizzi.

 Este tema se puede observar desde dos aristas básicas, lo individual y lo colectivo, ambos lados son caminos empedrados y en subida. Para alcanzar la paz colectiva se requiere obtener la individual, para nada es fácil alcanzar cualquiera de las dos. La paz es un estado a nivel social o personal, en el cual se encuentran en equilibrio y estabilidad las partes de una unidad.

En el año 2016 Colombia se dividió en dos por cuenta de una consulta mediante plebiscito que hizo el Presidente Juan Manuel Santos Calderón a los colombianos. La pregunta que se hizo en su debido momento a través de este importante mecanismo de participación ciudadana fue: ¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera? Y el resultado ya todos lo conocemos. A partir de ese momento por una mala utilización de esta interesante y significativa palabra, muchos se convirtieron en enemigos y amigos de la paz, algo que nunca debió haber ocurrido.

El primer craso error consistió en pensar que, con el acuerdo de paz con un solo grupo armado, en este caso las FARC, el conflicto terminaría en Colombia. Y el segundo fue creer que con este solo proceso se construiría una paz estable y duradera. Un conflicto armado en donde están involucrados varios actores irregulares, amalgamado con una problemática social de décadas, no se soluciona con desmovilizar a uno solo de ellos.

No pretendo en este escrito remover sentimientos sobre el proceso de paz con las FARC, que se mantuvo en armas por más de 50 años, ni mucho menos atizar odios entre los que votaron en contra y a favor del proceso de desmovilización. La inmensa mayoría de los colombianos anhelamos una sociedad sosegada, solidaria, participativa en asuntos colectivos y tolerante en materia de convivencia. Solo un pequeño número busca mantener el caos y la inestabilidad, son los que tienen ideologías justificadoras de la violencia, en materia política, económica y social, son los productores y traficantes de drogas, los comerciantes del mercado negro de armas, y demás delincuentes que hacen de la guerra su modus vivendi.

Lo que si pretendo en el presente artículo es llamar la atención de esa inmensa mayoría, impulsando el auténtico camino hacía una verdadera construcción de una paz estable y duradera en el conglomerado social, como lo indicaba la pregunta del plebiscito. Indiscutiblemente el basamento pasa por la transformación individual, sino no tenemos armonía en nuestro interior, mucho menos en lo colectivo y pensar que con poner fin a un conflicto social y armado enraizado por años, lograremos la armonía total, es mera entelequia. 

El ciclo de violencia en Colombia no se ha detenido, persisten otros grupos guerrilleros, disidencias, grupos armados organizados, narcotráfico, etc. y los procesos de paz colectivos requieren justicia, verdad y reparación, que demandan una alta dosis de perdón por parte de la víctima, una gran voluntad del victimario para manifestar lo ocurrido y una justicia oportuna por parte del Estado. Lo que ha avivado aún más la reconciliación son los métodos de degradación del conflicto, gravemente violatorios del Derecho Internacional Humanitario y lesivos de los Derechos Humanos.

Los gobiernos han sido buenos en hacer negociaciones con las guerrillas, paramilitares y narcotraficantes, pero han sido débiles en la construcción de unas instituciones políticas eficaces y la proyección de una sociedad con principios y valores. No basta con hacer procesos de paz con los grupos armados y pontificar sobre el tema para ganar dividendos personales. Todos queremos la paz, pero nadie se compromete con ella.

Así como la cultura del conflicto evoluciona a través de un largo proceso que lleva años y décadas, compartiendo una memoria y emociones colectivas que se arraigan en la sociedad y se convierten en una barrera muy poderosa para la resolución pacífica del conflicto. Así mismo desarraigar esa cultura amerita también generaciones, es un proceso gradual, complejo y difícil, pero como el conflicto inicia en la menta humana su final también tiene que ser iniciado en la mente humana. El esfuerzo por la paz no debe ser un sueño o un deseo, sino una lucha constante para seguir movilizando a los partidarios de la cultura de la paz, (Psicología social y política, Elena M. Zubieta y José Valencia). 

Paz y democracia

Deja un comentario

Este sitio web utiliza cookies. Puede ver aquí la política de cookies.    Más información
Privacidad