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Artículos de opinión

La oposición en Colombia

Por Diego León Caicedo Muñoz

“Hay una diferencia sencilla entre un dictador y un demócrata: si el demócrata no tiene oposición, su deber es crearla, mientras que el sueño del dictador es eliminar toda oposición.Oscar Arias.

En un sistema presidencial como el colombiano los políticos buscan ocupar el mayor cargo de la rama ejecutiva a nivel nacional, departamental y municipal. La razón de ser es el manejo presupuestal y de poder que tienen estos cargos, pero hay una segunda opción que también genera potestad y son los cuerpos colegiados, El Congreso de la República, Las Asambleas Departamentales y Los Concejos Municipales.

Generalmente el presidente, gobernadores y alcaldes, buscan tener el consenso de los cuerpos colegiados, para que sus proyectos de ley, de ordenanzas y acuerdos, en favor de la comunidad sean aprobados de manera expedita. Al final, el beneplácito de adeptos y opositores depende de que tanta mermelada reparta el ejecutivo.

Con ambas caras de la moneda ganan los congresistas, diputados y concejales.

La oposición es una forma de control al órgano ejecutivo que hace parte del sistema de pesos y contrapesos. La máxima que reza; “la política es dinámica”, se refleja en la oposición, no es estática en el tiempo, ni en su identidad.

Curiosamente cuando el presidente, el gobernador o el alcalde no accede a la repartija del erario público, cargos y contratos, tanto los que se consideraban de la coalición de gobierno, como independientes se alinean en el otro extremo.

En Colombia el artículo 112 de la Constitución Política, reconoció el ejercicio de la oposición y manifestó que: “el Congreso de la República reglamentará la materia”.

Pasaron 27 años para que el legislador profiriera la ley 1909 de 2018 y adoptara el estatuto de la oposición política. Permite proponer alternativas políticas, disentir, criticar, fiscalizar y ejercer libremente el control político de la gestión de gobierno. La ley permite a las organizaciones políticas optar por declararse en oposición, independiente o de gobierno.

Así como cada democracia es un producto distinto y particular de su sociedad, así también la forma de su oposición es diferente y autóctona. En sociedades con alta calidad de vida la oposición cumple un papel fundamental en visibilizar mediante distintos mecanismos la voz de las minorías y grupos que son ignorados por el oficialismo en términos de políticas públicas, (Juan Londoño, oposición política en Colombia).

Contrario sensu, la democracia colombiana que ha convivido con un conflicto armado y social por décadas, ha desarrollado oposiciones polarizadas basadas en el odio y la destrucción del oponente, a quien no ven como tal, sino como enemigo.

El proyecto político bajo la enseña del odio, en la medida en que sus opositores más lo odien más se crece, es una jugada especial, entre más se alimente esa rabia hacía ese dirigente político, más réditos le estamos ofreciendo.

Sigmund Freud, en la psicología de las masas, manifestaba que el odio arma grupo y cohesiona el amor irrestricto al líder y del otro lado, el desprecio por el contrincante, el amor y el odio, hacen parte del propósito de las pandillas, pero también de estos partidos, (Mario Figueroa, psicólogo y psicoanalista de la Universidad Nacional). Posición asumida hoy en día por la extrema izquierda en cabeza de Gustavo Petro.

Esta retórica de odio, no es de hoy, viene de muchos años atrás, solo recordemos las palabras de un parlamentario en el año de 1948:

“La violencia política, honorables representantes, tiene muchas causas, entre otras los discursos que se pronuncian en las cámaras.

Por eso cuando aquí los oradores pronuncian encendidas arengas, están produciendo en el ánima sencilla de los campesinos una reacción mortal y asesina, y si estos campesinos se arman con el puñal homicida, no es culpa de ellos, sino responsabilidad de los congresistas que desde aquí pronuncian agresivas palabras”.

Solo basta rememorar las palabras del senador Gustavo Bolívar, “policías cerdos y violadores”, una ignominia de la que nunca se retractó.

La oposición actual le atribuye al otro la coacción y la persecución, para concebirse a sí mismo como víctima y eludir responsabilidad.

La oratoria sin argumentación se pavonea en el escenario político, convirtiendo al engaño en su siervo, hasta el punto de manifestar que en Colombia hay una dictadura que no permite el ejercicio de la oposición.

Una cosa es una oposición que busca ejercer un control político a un gobierno, dirigiendo sus esfuerzos al mejoramiento colectivo y otra cosa muy diferente, es que esta facultad constitucional y legal sea utilizada para arrogarse derechos inexistentes con el fin de tumbar a un gobierno o desprestigiarlo a través del odio y la mentira con miras a despejar el camino hacía las próximas elecciones.

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